El nombre del cuentero

El Comecuentos

(Sarko Medina Hinojosa)

—Papá, una pregunta ¿Quién me puso mis nombres?

—Pues te diré que hubo todo un tema con eso ya que se unieron tu mamá Patty y tu abuelita Liliana para evitar que te pusiera un nombre que escogí.

—¿Cuál era?

—Logan.

—Espera, ¿como Wolverine?

—Exacto.

—De la que me salvé.

—Jajaja, ni tanto, ahora serías famoso.

—Nooooo, además mis nombres me gustan: Mathias Eduardo, sé que el primero es del Apóstol que entró luego de que Judas traicionara a Jesús y el segundo porque es un nombre fuerte y decidido, pero ¿y a ti como te pusieron un solo nombre?

—¿Versión corta o versión larga?

—¡Versión cor…!

—Te contaré entonces que en el Imperio Romano se hablaba el latín…

—¡Papá!

—En serio tiene que ver con la historia, y es que tu abuelito José fue quién se apareció con el nombre en el momento de mi inscripción para la partida de nacimiento. No ofreció mayores explicaciones. En serio, no las dio más.

De niño no recuerdo haberme preguntado mucho sobre mi nombre, además no conocía a muchas personas, creo que eso hace que tomes por normal el cómo te llamas, pero luego, cuando avanzas por la vida, siempre hay por allí uno que te pregunta el porqué y la respuesta siempre era la misma: Mi papá me lo puso. Y sanseacabó.

Pero, en la adolescencia, las que me empezaron a preguntar fueron las chicas y allí como que la respuesta seca y conclusiva como que no iba. Intenté un par de veces preguntarle a mi papá pero no me decía, se reía, y un poco más me respondía: “Para qué quieres saber eso, saludos” cual meme de moda ahora.

La primera explicación posible que empecé a esgrimir fue una que me dio una inquilina de la casa, la Señora Mina, que eran del norte del país: “Zarco, eze tu nombre no va con tu ojoz, en mi tierra a loz que tiene ojoz claros se les llama zarcos”, me decía con su peculiar manera de arrastrar las eses, una delicia de verdad escucharla. Entonces, empecé a bromear diciendo que cuando nací tenía los ojos verdes, pero luego se me oscurecieron.

Igual la búsqueda del significado me llevó a saber que “sarco” era un tipo de vestido sin botones usado en Alemania, que así se le denominaba a un soldado de a caballo en Birmania, que también significaba “príncipe judío”, que aquí existe como apellido la palabra, hasta con doble c. La verdad es que había muchos significados por allí, pero todos, con la “c” en vez de la “k”.

—¿Y el latín?

—Allí voy. Una de mis mejores armas para entretener mientras contaba sobre el origen de mi nombre y arrancar algunas sonrisas de interés por allí, era explicar que “sarco” en latín significaba “carne”. Pausa dramática, movía las manos de arriba abaja mostrando mi espectacular flacura de diecinueveañero y las risas no faltaba.

—Papá, pero tú ahora eres gordo.

—Lo sé, por eso ya no hago la broma, pero en su momento me sirvió, hasta mi profesora en el curso de Redacción Periodística, Mónica Cáceres, me puso un punto de participación por salir y contar sobre mi nombre.

—Supiste alguna vez porqué el abuelito José te puso así.

—Claro. En su momento y aún ahora nos gusta a los dos escuchar música popular, música social, en la época de mi nacimiento, por el 78, el socialismo era parte del pensamiento de muchos, sin que eso significara comunismo, ojo, para los despistados. Entonces varios les ponían nombres rusos a sus hijos: Lenin, Vladimir, etc. Pero mi papá quería un nombre único para mí. En una revista de espías de esos bolsilibros Bruguera, encontró a un personaje que se llamaba SARKOV, le quitó la V y allí está mi nombre.

—Papí, larga tu historia. Pero me gustó.

—Así es hijito, el nombre que nos ponen nuestros padres, es un signo de amor que tiene una historia, sencilla a veces, intensa en otras, pero siempre con cariño, lleva siempre con orgullo el tuyo.

—¡Así lo haré!

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Por: Sarko Medina Hinojosa, relato publicado en abril 14, 2021 en La Central Noticias

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