12 horas

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Ya llevaba corriendo algunos minutos sin descanso, jadeaba del cansancio, no llevaba el tiempo que había hecho desde que llegó a ese lugar; sola, para desahogarse, para aceptar la realidad.
Aún no entendía por qué, ¿por qué ella?
Cayó al suelo rendida, no podía más con el cansancio que su cuerpo tenía. Eran las dos de la tarde; se recostó sobre el pavimento ignorando el dolor que tenía todo su cuerpo, por el momento quería descansar. 
Los ojos color azul estaban fijos en ella, la veían con una mezcla de felicidad y tristeza. Se sentía afortunado por ser quien esté a su lado, pero por otro lado desafortunado al ser sus últimos momentos con ella. Él, su mejor amigo de la infancia.
Aún no encontraba la manera para acercase a ella y ponerla feliz ante tal situación. Sin duda nadie lo estaría en su lugar. Suspiró pesadamente comenzando a caminar en su dirección. El pecho le dolía, mucho.
—¿Acaso eres tonta? —cuestionó ganando su atención— Te estás esforzando de más.
La chica inhaló y exhaló dejando liberar un largo suspiro calmando su agitación. Sonrió enternecida.
—¿Preocupado?
—No lo niego —respondió de brazos cruzados, con una expresión de detonante seriedad.
Extendió su mano brindándole su ayuda. Gustosa lo aceptó poniéndose en pie, la sonrisa de su rostro aún no se borraba, pero sus ojos amenazaban con soltar lágrimas. Se lanzó a sus brazos tomándolo por sorpresa, ocultando su cabeza en su pecho. Correspondió con torpeza, aún no se acostumbraba a las muestras de afecto, quizás nunca se acostumbraría. 
—No deberías hacer tanto esfuerzo  —regañó.
—Si moriré, lo haré haciendo algo que amo, solo de esa forma será algo placentero —apretó.
Él solo rió levemente.
—Sí, supongo que sí —se limitó a responder, envolviéndose ambos en un silencio.
—Lui, ¿No te alejarás de mí?, ¿verdad?, estarás conmigo ¿no?, ¿me quieres?
La voz del chico empezaba a quebrarse y sus ojos empezaban a cristalizarse, las lágrimas no tardaron en salir. No lo soportaba, No sabía si era más fuerte su dolor de verla así.
—No me alejaré de ti, ni un solo segundo, Estaré contigo sin importar que, Te quiero más de lo que puedes imaginar.
Podría ser su mejor amigo, pero nunca hablaba así. El agua ya recorría sus mejillas de forma descontrolada, no negaba que él quería hacer lo mismo. La apegó más a su pecho, depositando un beso sobre su cabeza mientras escuchaba como de sus sollozos formulaba un <<gracias>>.
Estaban dispuestos a no soltarse jamás.
Ahora caminaban por las calles de la ciudad, sus manos se encontraban entrelazadas, a ninguno de los dos les molestaba así que lo dejaron pasar.
En unos cuantos minutos pararon su caminata al ver un parque. La chica soltó la mano del castaño claro corriendo hacia los columpios del lugar. Lui se sentó sobre el césped mientras se situó a la sombra de un árbol; en su cara, una sonrisa se encontraba dibujada mientras sus ojos tenían prendidos la tierna e infantil escena que la chica había creado.
Bajo la mirada a su mano. Tenía una rara sensación en su pecho que le resultaba agradable, otra vez quería entrelazar su mano con la de Lilie.
—¡Lui! —Grito Lilie sentada en uno de los columpios.
Él arqueó una ceja buscando explicación; Lilie se cruzó de brazos mientras hacía un puchero. Lui comprendió.
—¿Quieres que te empuje? —ella asintió mientras le regalaba una sonrisa que hizo su rostro teñirse de rojo.
Se incorporó posicionándose detrás de ella, ella se sujetó de las cadenas que colgaban del columpio esperando el primer empujón.
La ayudó a columpiarse escuchando las carcajadas que la señorita rubia soltaba. Le gustaba verla divertirse.
En un empujón, Lilie se soltó cayéndose del columpio, con preocupación reaccionó el de pelo castaño, corrió a su lado.
—¿¡Lilie, estás bien!?
—¡Eso estuvo increíble! —exclamó entre risas.
El chico suspiró aliviado ayudándola a ponerse de pie
—No vuelvas a asustarme de esa manera  —regaño.
—Descuida, estoy bien —sonrió—
No comprendía una cosa. ¿Cómo podía seguir sonriendo como si nada?
—Deja de fingir. . —murmuro sin que Lilie lograra escuchar.
—¿Qué?
—Deja de fingir qué estás feliz, yo mejor que nadie sé que no lo estas
—¿Cómo puedes estar tan seguro de eso? —esa pregunta lo tomó por sorpresa. Lilie tenía el ceño fruncido— ¿En serio piensas que sonrío falsamente? Déjame responderte a esto; No, Lui. Esta sonrisa no es falsa ¿Y sabes por qué? Por ti, porque tú estás a mi lado.
El nombrado abrió los ojos de par en par, su repuesta fue algo que lo tomó por sorpresa, nunca esperaba esa reacción de parte de ella.
—Lo siento.
—Descuida, Lui.
—Soy un tonto.
—Tal vez lo seas —rió poniéndose frente a él— pero no por eso dejaré de quererte—
Un sonrojo cubrió sus mejillas nuevamente. Y para ese entonces eran las 5 de la tarde.
Unos cuantos segundos de silencio habían transcurrido. Mientras aún se sostenían de las manos, caminaban rumbo al departamento de Lui.
Lo que menos quería Lilie en esos momentos, era poner un pie en su casa. No quería que al verla, sus padres los hallaran envueltos en lágrimas, lo que menos deseaba era que lloraran más de lo que el día anterior habían llorado. Nadie los culpaba, era su única hija, la luz de sus días, la razón de su sonrisa.
Un agudo dolor se presentó en su pecho haciéndola parar en seco alertando al joven. Se inclinó un poco mientras hacía presión con su mano sobre la zona para después dejar de ejercer presión con suavidad al empezar a sentir alivio.
—¡Lilie!
—Tranquilo, Lui. Estoy bien  —lo interrumpió mientras sonreía con dificultad.
El de cabello castaño suspiro aliviado de que ese dolor no pasara a más. Enserio, no quería perderla.
Se puso frente a ella dándole la espalda para posteriormente hincarse haciéndole entender sus intenciones.
—Vamos —ordenó.
Sabía que no lo haría cambiar de opinión, lo que la obligó a ceder subiéndose a su espalda y sujetándose a su cuello. El trayecto fue silencioso, pero de alguna forma aquel silencio que reflejaba incomodidad se había vuelto tranquilo y relajante. Un silencio que ambos disfrutaban.
—Es hermoso —murmuró Lilie.
Lui detuvo su caminar prestándole más atención a la chica, quien miraba encantada los colores que ahora adornaban el cielo de esa noche, una mezcla de tonos celestes y azules con leves tonalidades anaranjadas; una sonrisa se dibujó en su cara al ver el tranquilo rostro de la chica admirar el cielo.
La aludida pudo sentir como los penetrantes ojos azules del chico la miraban atentamente, provocando que el nerviosismo se hiciera presente a ella.
—Lilie ¿te gustaría ir a la playa? —cuestionó el de cabello castaño, tomándola por sorpresa.
—¿Qué?
—Lo que escuchaste, tontita  —suspiró— Esta cerca, además, ahí el cielo resalta más.
Los ojos marrones de la chica brillaron ante la propuesta, ella sonrió asintiendo repetidas veces mientras abrazaba con un poco más de fuerza al de cabello castaño, quien reía levemente por sus acciones. Podían discutir, incomodarse e incluso separarse, pero al minuto o bien, a la hora, estos se encontraban nuevamente reunidos como si nada hubiese ocurrido. Lilie definía su amistad con la palabra <<bipolaridad>> pues esta así era.
Emprendieron camino rumbo al lugar sugerido y tal y como Lui dijo; al cabo de unos minutos ya se encontraban allí. La playa se encontraba desolada a esas horas, siete de la tarde y ellos eran los únicos ahí presentes. Lui bajo de su espalda a la chica, quien no lo pensó dos veces para quitar sus zapatos y correr al mar para darse un chapuzón.
El de ojos azules sonrió enternecido por la escena que Lilie estaba recreando, pues al tiempo de conocerse ambos fueron a ese lugar, a esa misma hora, solamente ellos dos, sin nadie que pudiese interrumpir su diversión.
Una gota de agua llego hasta su mano, luego otra y otra; sus mejillas estaban humedecidas. No podía creer lo que hacía. No podía creer que él, un simple chico estuviera llorando por un detalle.
Paso su mano sobre sus ojos frotándolos con suavidad para quitar todo rastro de lágrimas, pero éstas simplemente no querían parar de brotar. ¿Por qué?
—¡Lui! —llamó la chica acercándose a él— ¿Ocurre algo? —preguntó con preocupación.
—No, ¡no lo sé! —respondió con agresividad frotando sus ojos cada vez con más fuerza.
La sonrisa que adornaba su rostro se fue ensanchando cada vez más, demostrando dulzura. Se arrodillo frente al jovencito que frotaba sus azules ojos con desespero y agresividad para luego envolverse en un abrazo
—Puedes llorar todo lo que quieras, que no te avergüence, que no te moleste, yo aquí estaré para ti —murmuró con suavidad, sintiendo como el tenso cuerpo de Lui se relajaba con sus palabras.
—Yo recordé la primera vez que venimos aquí… —explicó— Cuando intentaste lanzarme al agua pero no pudiste moverme y caíste al agua perdiendo el equilibrio  —empezó a carcajearse mientras que las mejillas de la chica se ruborizaban.
—¡Oye! Aunque recordándolo bien yo —ahora quien reía de forma descontrolada era ella.
La risa de Lilie lo terminó contagiando haciéndolo reír a su lado.
Después de unos segundos ambos cesaron esa risa quedando en silencio, lo único que ahora podía oírse en la playa eran las olas del mar besando la arena.
Tranquilidad era lo que reinaba, una cómoda y agradable parsimonía.
—Lui —lo llamó.
—¿Qué ocurre?
—Duele —murmuro apoyándose sobre su hombro.
Se preocupó por ésto y en cuanto iba a decir al respecto Lilie puso uno de sus dedos sobre sus labios pidiéndole callar.
Él se resignó a aceptar acariciando sus cabellos para así intentar brindarle paz.
La jovencita cerró sus ojos disfrutando de las caricias y el silencio, de lo afable del ambiente.
Él la miraba aún sin comprender como podía estar así aún con ese dolor. A él también le dolía. . Le dolía saber que la perdería.
El chico miraba la hora constantemente, empezaba a desesperarse. Lilie no tardó en darse cuenta.
—¿Estás bien?
—No es nada, no hay por qué alterarse —dice un poco nervioso alertando a Lilie—
—¿Estás seguro, sabes que puedes decirme lo que sea no? —sonríe por la última cosa dicha.
—Si lo sé pero, en serio no es nada.
—De acuerdo.
La chica lanza un suspiro para luego decirle al castaño que quería ir a un parque para poder echarse y relajarse, a lo que él asintió.
Hacia un poco de frío así que Lui tuvo que darle su abrigo a la chica, a él no le importaba congelarse solo quería que Lilie se sintiera cómoda en sus últimas horas. Al finalizar el recorrido en las calles frías de la ciudad llegando a dicho parque, ella se echó en el verde pasto mirando el hermoso cielo alumbrado por la luna. Lui hizo lo mismo.
—Llilie, por favor no te duermas —solicitó.
—Cómo si esas cosas fueran a pasar —rió levemente para luego soltar un pequeño bostezo.
La chica hizo lo que no quería Lui, ella empezó a cerrar los ojos lentamente diciéndole a su amigo que también lo haga, él no quería hacerle caso pero al final cayó rendido por el sueño.
Lamentablemente el tiempo no dura para siempre. .
Al cabo de unas horas, una ráfaga pasa por ese lugar despertando al chico retorciéndose del frío hasta que un pequeño sonido en su muñeca hace que se percate de la hora. Eran las 12 rápidamente volteó a ver a su costado a la chica, la movió suavemente para lograr despertarla lo malo era que ella no respondía. Sabía perfectamente que el tiempo de vida que le quedaba se había agotado.

Seudónimo: Lyenn