Paquita, corazón ausente


PAQUITA, CORAZÓN AUSENTE

Corría desesperadamente, lagrimas caían sobre sus tiernas y enrojecidas mejillas, el dolor, el sufrimiento,  cada recuerdo de aquella noche, de aquella maldita noche, que no debió de pasar, cada instante cada segundo vivido, volvía y pasaba rápidamente  por su mente la impotencia la horrible impotencia de no poder hacer nada,  le dolía. Estaba sola, indefensa, muy cansada y a pesar de no conocer el lugar, diviso una plaza y no pudiendo más se recostó en una banquita, abrigándose con una mantita verde que se recogió.
A sus jóvenes nueve años, Paquita, a duras penas había aprendido a leer y escribir,  se llevó coscorrones y jaladas de “chuletas” por el desempeño mostrado pero después de todo lo consiguió. Mientras Paquita se trataba de abrigar, noto una palabra,  que le indicaría lo que el destino le tenía preparado, así que dijo en voz alta:
—Arequipa.
Y claro que alguna vez oyó de ella,  la radiante Arequipa tan blanca y generosa,  tan humilde y bella y además prometida de un osado caballero que no era cualquiera,  era de esos,  de  los bien puestos, de los grandes,  los robustos,  los valientes,  era de esos,  que estarían dispuestos a todo por su damisela y se encontraría allí vigilando con recelo a todos los forasteros que quisieran enamorar a su linda Arequipa,  su nombre era “Misti” digno de respeto y asombro, pero Paquita con su inocencia de niña,  se preguntaba dónde estaría la bella damita Arequipa,  si se encontraba en su casona de sillar,  probándose uno de sus blancos  vestidos o si estaría tomando su rica chicha de Guiñapo. Volviendo a su realidad Paquita se encontraba sola,  volvió el recuerdo, las gotas que caían,  se convirtieron en cascadas, cascadas que no podían cesar,  se lamentaba en silencio,  lloraba amargamente,  por el recuerdo,  el recuerdo de aquella noche, aquella noche que no debió de pasar.
La india María,  entro en la casa a toda prisa,  tiro sobre el suelo un gran costal  y le pregunto a su esposo el indio José,  donde se encontraría la más pequeña de sus hijas,  este lanzando la “jeta” le señalo el rio,  de inmediato la india lanza un grito, que se escucha hasta el río. Paquita; que se encontraba buscando piedrecitas redonditas para convertirlas en  perfectas chaquenas; oyó el grito y antes de ir corriendo, dejo las piedrecitas a un ladito,  muy feliz corrió por el prado todo verde,  ese era su mundo, su paraíso, ese era su Edén,  corrían cada vez más fuerte, corría tanto, que creía volar y que tocaba el mismísimo cielo, pero todo volvía a la realidad, cuando empezaba a ver a su madre, esta le dijo:
—Niñay, cámbiate esos harapos ponte la ropa del mercado, y vente pero lo más rápido, que hoy saldrás de paseo, en un coche de esos los muy lujosos.
Paquita muy feliz, corrió a su cuarto a toda velocidad, una bonita sonrisa se dibujó en su carita, ya que no todos los días, no se salía de paso, y si quería ir, tenía que hacerle caso a su madre, así que se puso a correr más rápido y mientras lo hacía,  la india se acercó a su esposo y le hablo al oído,  mencionándole un tal Tío Pinto.
—Niña, despierta —dijo una voz cercana, Paquita despertó de golpe, y observó a una señora, robusta y blancona.
—¿Estás bien? ¿Dormiste aquí? ¿Tienes hambre? —dijo la señora, con una expresión muy graciosa y preocupada al vez.
Paquita le mostro una débil sonrisa, y asintió con la cabeza, la señora comprendiendo le pidió que la acompañara, la niña se levantó de la banquita y se puso a andar con la señora a toda prisa, reinó el silencio por un momento, hasta que la señora se detuvo y estiro la mano,  no tardó en aparecer un cochecito amarillo, muy pequeñito pero acogedor, la señora le hizo un gesto y Paquita finalmente subió,  una vez allí adentro, la extraña señora se presentó.
—Un gusto, mi nombre es Carmen, Carmencita de cariño y hoy cuando te vi echada sobre esa banquita,  pensé lo peor,  pero al tocar tu mano el aire volvió en mí  y te logre despertar,  no entiendo que hacen niñas tan bonitas como tú por ahí,  te pudo pasar algo,  aunque lo que más me impacto fue de que me hayas seguido y  hayas subido conmigo al taxi,  pero no te preocupes,  no soy secuestradora ni nada por el estilo,  pero veras,  necesito una empleada te daré un hogar y buena paga que dices ¿aceptas?
Paquita lo piensa un momento, a pesar de que la señora es una parlanchina,  parece ser buena persona y sin dudarlo responde.
—Soy Paquita,  Paquita y nada más,  tengo nueve años y gustosa estaré de trabajar  la señora asiente con la cabeza  y la mira de reojo.
 Llegan a Yanahuara,  pasan por una bonita plaza y una iglesia,  el coche avanza un poco y se estaciona mira una bonita casona que está al frente, es muy grande y está toda echa de sillar o a menos eso le comento Doña Carmen, bajan del coche y Paquita pregunta con curiosidad— ¿aquí trabajare?,  Carmencita,  con una mirada muy dulce,  le dice:
—No, aquí,  vivirás,  lo he pensado y me pareces una niña adorable,  mis hijos se han largado y no quiero estar en la soledad,  ¿te gustaría ser mi hija, Paquita?
Camina con delicadeza y rectitud,  tiene veintiuno, lo pasado le dejo una huella muy profunda en su corazón,  como si de cuchillas se tratase,  aún sigue el dolor,  aún sigue ahí la agonía,  pero ahora es otra y ahora se llama Laura. Le rebalsa la belleza como si fuera flor en plena primavera,  la juventud le recorre por sus venas pero la niña que era, aún sigue allí, todavía existe Paquita en algún rincón de su corazón,  la pequeña y triste paquita que con los lujos y caprichos no dejo de desaparecer,  persistió de golpe,  sus modales,  su sencillez, su belleza, y vaya belleza que fue heredada de un lio de la india María con el español David,  por eso ella no era india,  ni mucho menos tenía su dejo,  ella era lo que era,  sin más que decir, Laura era la más bonita y codiciada del barrio, heredo la fortuna de los Valdivieso, ya que su querida Carmencita, no duro mucho en este mundo,  cuando se fue, le dejó otro puñal en el corazón,  simplemente algo se murió, algo se derrumbó, en su ser, en su vida, en su alma, con los ojos hinchados la despidió, con mucha tristeza la dejo, pero de algo estaba segura, de que pase lo que pase no debería de caer.
Laura, se dedicó a la confección, y se propuso hacer el vestido de novia más bonito,  finito y carito de toda Arequipa,  buscaba las telas, mas blancas y suaves,  se recorrió todo el mercado San Camilo y al fin las encontró,  busco los velos,  las decoraciones, y le tomo tiempo,  mucho tiempo,  hasta que al terminar su obra, tan maravillada  quedo, que por un tiempo se lo guardo,  día y noche contemplaba su obra,  como si se tratase de algo mágico, de algo extraño y hermoso,  hasta que se decidió y pronto abriría una boutique donde podría, vender sus vestidos,  al fin había encontrado algo que la apasionaba, pero la felicidad es algo que no dura mucho, puedes cerrar los ojos y tocar el mismo cielo  y abrirlos y caer al más profundo abismo.
Laura estaba sola en casa, las empleadas habían salido al mercado,  estaba inquieta,  quizá sería porque ese día abriría su local, quizá por la ropa que usaría o quizá porque estaba segura de que algo pasaría. Siente que tocan la puerta, abre sin temor alguno y se encuentra con un joven, Laura sonríe y lo observa,  es muy guapo, con una ligera pinta a un conocido quizá…Doña Carmen,  se pone a pensar y termina muy seria, la sonrisa desaparece, sería el hijo de Carmencita, sería el pagano hijo, que solo quería las riquezas de su madre,  pues si era así ella no se lo permitiría,  le hizo una promesa a Doña Carmen y no dejaría que nada le pase ni a su casa, ni a su memoria,  ni a su honra,  ya que su única alegría siempre fue ella.
—¿Quién eres?, ¿Qué deseas? —pregunta muy seria Laura.
—Soy Justino, deseo mi casa justo en la que habitas ahora mismo, aunque también desearía  descubrir ese bello vestido y ver la seducción que esconde —dice con una voz picara,  que deja al descubierto su talento de casanovas y ave de mil nidos.
Laura se sonroja, no puede creerlo, que aquel tipo, toque el timbre de la casa es mucho y que le diga semejante estupidez es demasiado, se coloca al frente de él y fingiendo una sonrisa se acerca, un paso,  otro,  otro más,  está demasiado cerca como para poder respirar junto a él,   está demasiado cerca como para poder escuchar su corazón latir,  mueve su mano como si fuera una delicada cinta de colores que termina violentamente en la mejilla de Justino.
—Mierda que rayos has he…
Es interrumpido, un beso,  no un pico,  un beso y para llegar a un beso hay que saber que estás dispuesto a sellar tus labios con los de alguien más,  hay que estar completamente seguros y Laura dio el primer paso, Justino la mira confundido siempre fue el quien dio la iniciativa, ve los ojos,  los ojos intensos de Laura y se pierde por unos instantes en ellos, es hermosa pero no puede,  si el vino fue para recuperar la herencia,  no para enamorarse,  pero ya es demasiado tarde…
Laura,  hace un gesto diciendo:
—Esta casa es mía y respecto a lo otro, ni en tus sueños idiota, le cierra la puerta sin más, Justino sonríe,  sonríe pícaramente y no está dispuesto a perder,  ya que siempre le gusto ganar,  decide dejarla en paz por ahora ya que volverá la próxima semana.
Laura está feliz pero de pronto,  se enjuicia y se pregunta por qué lo beso, por qué lo hizo, porque aunque Laura diga que es Laura,  ella siempre tendrá algo de Paquita, llega la tarde y abre su boutique,  todo sale como lo planeado,  hasta ahora.
—Han pasado días desde que lo abrió y todo resulta muy bien,  ¿entonces? —dice Laura con voz seria.
—Hola ojitos bonitos, me encantó lo de la otra vez y si quieres que te deje en paz,  sal que estoy afuera —dice Justino y cuelga.
Una sonrisa traviesa invade a Laura, se peina los mechones con las manos y sale de su casa,  lo observa y está allí,  se hizo un corte de cabello,  está más guapo  pero Laura vuelve a ser Laura y le recrimina.
—Mi madre no te dejó nada, no tienes por qué estar aquí conténtate con tu vida y deja de molestar —dice al final con una voz temblorosa.
Justino se acerca y le dice, no me rendiré tan fácil  siempre consigo lo que quiero, una es esta casa y otro  es a ti, en mi cama, en mi vida, ahora .No piense dejarte, me creería loco, aunque se diría que somos hermanos,  se contradice  y dice  “se diría”, muestra una sonrisa,  una perfecta sonrisa y aparenta que se va,  Laura voltea y el corre,  resultado,  un abrazo,  uno de esos que te dura,  digamos que toda la vida.
Laura, se sonroja, voltea y lo encuentra a él,  frente a frente como la otra vez, solo que esta vez se enfada,  y le dice con cólera:
—Lárgate, esta casa es de Carmen,  no es tuya y no te la daré por nada del mundo.
Ella cierra la puerta pero antes se detiene lo mira y entra.
Pasan las horas, los días,  las semanas… Justino la visita cada vez,  primero empezó por una taza de té,  una disculpas  luego una carta,  una flor, un abrazo y luego un beso,  pero nada funciona Laura no cae,  a pesar de que a veces es tan niña, y demuestra otra personalidad, no cae, Justino se pone a pensar,  recuerda a alguien así,  hace mucho  pero quien seria,  de pronto en su mente aparece un nombre algo corriente, algo común, Paquita entonces se deja llevar por su mente no por su corazón,  él sabe que esta terriblemente enamorado de Laura y eso no cambiara porque ya la vio,  la conoció y quedo perdidamente enamorado de ella,  desde que toco sus labios,  desde que la abrazo,  desde que caminaron juntos,  su primer beso,  su forma de ser, era ella siendo ella,  y no podía ser… No podía ser,  él tenía otros planes y apareció ella con su estúpida y hermosa sonrisa a provocar sentimientos en él, él no quería pero jamás se había enamorado, pero ella tuvo que aparecer, pero esta vez su cerebro con planes maliciosos,  domino y gano a su corazón.
—Te tengo que ver, ahora —le envía un mensaje a Laura.
Ella lo recibe,  sonríe,  piensa que es otra de sus cartas,  de sus detalles,  piensa en él como una chica de dieciséis enamorada,  se encontraran en el lugar de siempre,  un café no muy lejano.
—Hola —lo mira con una sonrisa.
—Hola —sonríe, pero no es la misma sonrisa.
—¿Cómo has estado Paquita? —dice con frialdad, con amargura y odio,  como si fuera un extraño que no tiene sentimientos un ser que olvida y no recuerda, se olvida de ella, de sus palabras y sus sentimientos… abre los ojos y se atora con el café,  Justino sin preocupación,  le lanza unas fotos y las lágrimas,  la herida, se vuelve a abrir…
—¿Mama a dónde vamos? —dice Paquita.
La india solo le hace un gesto para que se calle,  le dice que suba al coche,  la niña lo hace,  pero la india no, cierra la puerta con seguro,  el carro avanza,  Paquita está asustada ¿Dónde está? ¿Qué le pasara? ¿Mama volverá por ella?, muchas preguntas,  pocas respuestas,  llora sin cesar,  llora y empieza a gritar, nadie la escucha,  pasa el tiempo hasta que el coche se detiene,  un hombre muy grande y robusto le pone un pañuelo en la boca,  que olor más feo,  es muy fuerte,  muy horrendo,  mira borroso,  cae,  no puede caer, pero cae .
Despierta,  no sabe dónde está,  que lugar será,  el hombre habla con un tal Pinto,  este le indica que vendrán a “Estrenar”,  el que más dinero,  otorgue,  gana,  Paquita,  empieza a llorar y a gritar,  el hombre robusto se acerca y le da una bofetada,  le dice que se calle que sino será peor,  Paquita guarda silencio y espera, está en un cuarto muy lujoso pero pequeño de pronto, el hombre grande,  se retira,  se escuchan las voces atrás de la puerta y finalmente se abren,  entra un chico de 14,  empieza a reírse,  y acorrala a Paquita,  estarán jugando se pregunta la niña,  hasta que el chico la llega a acorralar por completo y la insulta,  le dice que coopere, que sino,  toda su familia morirá .Paquita no quiere llorar,  pero no lo puede evitar,  las lágrimas salen solas,  las manos del chico,  van por todas partes,  se encargan de desvestir todo lo que encuentra, Paquita llora amargamente, llora como si le estuvieran arrancando el alma,  siente el dolor,  el sufrimiento,  lo peor del mundo  le sucede a ella,  a sus nueve años,  su madre  la vendió  no tiene a nadie,   siente como algo muere en ella,  toda su vida,  todo,  absolutamente todo ha cambiado,  intenta  poner resistencia,  pero el chico de una bofetada la bloquea, deja de intentarlo,  solo sufre y llora,  la dignidad de mujer que tenía se ha ido para siempre .Termina todo,  el chico se va de la habitación,  mientras lo hace  Paquita coge una manta verde y corre,  corre con brusquedad,  lo más rápido posible, logra salir de allí y al hacerlo, se promete que nunca, nunca más, confiaría en ningún hombre…
Justino, recibe una carta en ella se encuentran los papeles a su nombre, de la casa, de todo,  pasan los días no sabe nada de ella,   de pronto, revisa el periódico y encuentra algo que solo le deja unas lágrimas eternas: MUJER ES ENCONTRADA SIN VIDA,  EN UNA BANCA DE LA PLAZA DE ARMAS, CON UNA NOTA: Corazón ausente,  porque entraste en mi vida y saliste de repente,  corazón ausente porque tu beso fue de la manera más hiriente,  corazón ausente,  porque te entregue mi pasado y mi presente y lo derrochaste simplemente,  corazón ausente,  porque te entregue lo mejor de mi vida, lo tomaste mirando con desprecio y lo soltaste,  jugaste con mi corazón como uno más del montón,  te entregue todo y no recibí nada,  nada más que tu indiferencia,  nada más que tu ingratitud,  nada más que un mal amor… y por eso hoy tu corazón ausente mato mi razón de vida,  mi razón de ser, mi razón de amarte…

Seudónimo: D.V.S