Un viaje en el tiempo a la ciudad blanca

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Hace mucho tiempo al pie del majestuoso volcán Misti, alrededor de los años sesenta en el aniversario de mi querida ciudad blanca, venían caminando dos de mis compadres, ambos eran pues lonccos de corazón, hombres aguerridos, fuertes y trabajadores; como lo es un buen arequipeño. Ambos traían  sus animales para la gran entrada de ccapo, uno de ellos, además su yunta, conformada por dos formidables toros; y el otro, su burro cargado de ccapo y yareta la cual extrajo de la sierra arequipeña en Qutawasi a las faldas del Coropuna, cuando de pronto me vieron en los cercos de mis chacras los saludé y me preguntaron a qué hora iba a bajar a la entrada de ccapo  yo les dije que apenas termine de cosechar las papas. Entonces ellos decidieron esperarme con la condición que les invite un buen vaso de chicha de jora preparado por mi chola Jacinta. Acepté. Cuando  finalicé nos recogimos para mi casa por el vaso de chicha prometido; luego, ya dirigiéndonos al pueblo con mis compadres  para presenciar la entrada de ccapos, apareció de la nada un ser , tan igual como nosotros, pero este tenía otro tipo de vestimenta, como si viniese de otro planeta. Este ser llegó con unos vientos fuertes, supusimos que eran por la máquina  en la que se movilizaba. Nunca habíamos escuchado sobre algún suceso parecido al de aquella aparición. Los paisanos nunca habían mencionado que este ser rondaba por las chacras de Socabaya. Este acontecimiento era muy misterioso. Generó que en un principio sintiéramos miedo para hablarle, pero vencimos tal miedo y le hablamos al sujeto. Él dijo que se  llamaba Pedro. También estaba asustado porque no sabía cómo había llegado a Socabaya, solo nos mencionó que lo último que recordaba  antes de estar con nosotros era que estaba haciendo experimentos para variar el tiempo. Al parecer lo trajeron hasta aquí. Parecía un parlanchín porque era algo imposible para nosotros realizar tal acción. Lo que decía tenía sentido porque su reloj y un aparato con teclas que no pertenecían a este mundo, al parecer este venía del futuro. Luego, desconcertado nos preguntó en qué lugar estábamos, nosotros le dijimos que en Arequipa, la ciudad del sillar. Él puso una cara un poco más tranquila y nos explicó que también era Arequipeño. Esto sonaba algo descabellado pero al mismo tiempo empezábamos a hilar todo llegando a la conclusión que por accidente había realizado un viaje en el tiempo. El detalle ahora era cómo iba a regresar a su mundo. Mis compadres y yo le propusimos ir a la entrada de ccapos, pero con el compromiso de ayudarlo a volver con los suyos, Pedro terminó aceptando tal propuesta.
Durante  todo el recorrido, Pedro estaba muy complacido por toda la naturaleza y el paisaje  que podía apreciar. Él decía que la Arequipa de donde el venia no tenía mucha vegetación, tanto asi que nos dijo que “Todos los árboles se habían convertido en casas y edificios”, al mencionarnos esto se sentía triste porque no solo era esa la situación de su Arequipa, sino que también sabía de la existencia de varias fábricas que se encargaban de destruir el paisaje y contaminar a toda su Arequipa; es más, nos mencionó que el Misti ya no tenía la misma nieve, ésta cada vez se derretía por la calor causada por las manos del hombre. Nosotros no podíamos imaginar tan crítica situación; también nos dijo que la mayoría de torrenteras se había convertido en basurales interminables y que el rio Chili estaba muy contaminado. Nos quedamos realmente impactados y sin palabras. Lo único que aparentemente era bueno, era el avance de Arequipa, pero a costa de qué, ¿de matar prácticamente a toda la vegetación y paisaje con los que convivimos diariamente? Llegando a Cayma, se sorprendió por toda la algarabía, la fiesta llena de colores por las vestimentas de los bailarines, él dijo que la única y última vez que vio dicha festividad fue cuando tenía tan solo cinco años; realmente esto era muy indignante tanto para mis compadres como para mí, porque prácticamente la esencia de nuestra cultura arequipeña se había perdido en el transcurrir del tiempo por todos estos “avances”. Con todo esto, no existía solo un problema sino dos, porque aparte de buscar cómo regresar a Pedro con los suyos, otro de los problemas era que, como buenos arequipeños, debíamos hacer que la cultura en que vivimos nosotros, se siga viviendo en las futuras generaciones a las que pertenecía Pedro. Esto, realmente, era una hazaña que con mis compadres teníamos que resolverla. Pedro ya sabía la costumbre de la entrada de ccapos, pero aún faltaba mucho por enseñarle. Lo bueno es que luego de participar en dicha costumbre, decidimos llevarlo a degustar pequeñas muestras de los platos típicos de nuestra tierra. Platos como el Chicharrón, el rocoto relleno, el adobo, el soltero de queso y claro la rica chicha de jora, no por nada los arequipeños tenemos buen diente y buen apetito. Al terminar, y saciados por estos platos, aún faltaba el postre. Aquella tarde le invitamos zango de trigo preparado por la tía Gertrudis, de hecho ya estábamos recontra llenos con todas estas delicias arequipeñas. La tarde se acercaba con los últimos rayos sobre la campiña. Tuvimos que regresar. En el camino, iba pensando cómo le enseñaría a Pedro toda la cultura inmensa que mi Arequipa poseía, cuando de pronto, recordé que mi abuela Jacinta tenía un libro donde se encontraba todititas las costumbres y tradiciones arequipeñas; en éstas se explicaba a detalle cómo es que se realizaba todo: las fiestas y las recetas de todos los platos representativos de Arequipa. En éste también se incluían los potajes, postres y bebidas originarias de Arequipa. En principio me dio nostalgia tan solo pensar que perdería  la reliquia de mi abuela, pero me puse a pensar sobre todo el beneficio que traería en las futuras generaciones; prácticamente, lograría revivir toda la cultura arequipeña. Y es donde tomé la decisión final, la cual considero que fue la mejor. Cuando llegamos a mi morada les hice tomar asiento para que vayan pensando en cómo hacer que Pedro retornara con los suyos; esto mientras que buscaba  y alistaba tal reliquia para entregársela; cuando de pronto, apareció en la sala otro hombre con características similares a las de Pedro, mostraba un semblante de felicidad al parecer ambos se conocían porque empezaron a hablar cuando Pedro le dijo Luis cómo has llegado. Luis le respondió que estaban preocupados por él y que sus compañeros lograron descifrar como manipular el tiempo  y que sabía cómo llevarlo a casa, todos estábamos muy contentos por esta grandiosa noticia. Cuando empezamos a despedirnos, le hice entrega de la reliquia de mi abuela Jacinta. Le dije que la enseñe a todos los arequipeños para volver a retomar la cultura,  ya que en este libro iba a encontrar todo acerca de ella. Pedro, con una sonrisa y lágrimas entre los ojos, me dio las gracias por todas las enseñanzas que le brindamos mis compadres y yo, por lo que se comprometió a realizar tan exhausta tarea en su Arequipa, después de este momento de sentimientos encontrados se desvaneció junto a su amigo, hasta que ya no los podíamos ver. Habían desaparecido por completo. El día ya llegaba a su fin. Mis compadres también se despidieron, pero estábamos contentos porque habíamos cumplido con nuestra labor de arequipeños.
Finalmente, Pedro nos había enviado una carta desde su Arequipa donde nos contó que la reliquia de mi abuela Jacinta le había servido de mucho ya que  las costumbre arequipeñas se volvían a recuperar en especial por los platos típicos. Nos dijo que a la gente les encantó y que por los menos los domingos no faltaba el rico adobo en las picanterías y mucho menos por las tardes los picarones en las esquinas. También nos contó que habló con las autoridades de los distritos de Arequipa donde les propuso retomar todas las fiestas patronales y las festividades en sí, para que el pueblo vuelva a tener una identidad cultural. De la misma manera  propuso que se dé más importancia y cuidado al paisaje asi como también a  las campiñas arequipeñas, afortunadamente las autoridades aceptaron todas las propuestas que Pedro presentó y se sintieron muy comprometidos con la cultura arequipeña, tanto así que, ésta llegó a tener bastantes reconocimientos y a ser muy conocida por países extranjeros a nivel Mundial. Arequipa sonaba tan fuerte como el rugido de un león, el león del sur volvió a rugir como de costumbre y como debía de ser. Es así como en esta aventura en el tiempo vivida por todos nosotros llegaba a su fin pero con un desenlace muy feliz, ya que desde allí nuestra cultura arequipeña perduraría  por un buen tiempo, debo reconocer que la tarea fue grande pero no imposible y que como arequipeños no íbamos a permitir que nuestra cultura arequipeña se quedara en el olvido, para nosotros, lonccos de corazón, primero estaba nuestra querida Ciudad Blanca al pie de su majestuoso volcán Misti.

Seudónimo: Yadfer