Guardianes

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Cuando el universo fue creado y los astros aparecieron en el firmamento, nacieron guardianes como sus protectores. Así, en una galaxia alejada, aparecieron los respectivos guardianes de un sol y de una luna, quienes se encargaban de guiar a dichos astros en el mismo recorrido infinito hasta el final de los tiempos. Su lugar en el espacio estaba alejado de otros cuerpos celestes, por lo que en ese cosmos solo existían ellos dos. “¿Por qué?” Esa pregunta casi siempre estaba presente en su mente, pero no había forma de darle respuesta.
Selene era la guardiana de la luna. Su piel pálida y el cabello negro azabache, evocaba a una noche de luna llena. De pocas palabras, pero sin llegar a ser una persona fría, guardaba pequeñas historias dentro de sí, mientras vigilaba siempre desde el mismo lugar grisáceo.
En su contraste, Helios custodiaba el sol. La piel bronceada y la cabellera roja podían recordarte al fuego. Gustaba de explorar cada lugar nuevo en la gigante estrella y jugaba con las nuevas flamas que surgían cada cierto tiempo mientras cumplía sus deberes como guardián. Nunca en el mismo lugar, siempre en movimiento.
Entonces ocurrió algo, luego de un largo tiempo desde su nacimiento. El primer eclipse entre el sol y la luna fue vivido por ambos, pero debido a la inexperiencia y el pánico de no saber que pasaba, no se dieron cuenta de la presencia del otro.
Al terminar el primer eclipse, Selene cayó dormida sin previo aviso. Cuando creyó haber abierto los ojos, pronto se dio cuenta que estaba soñando. Pero no se encontraba en la luna. Todo era borroso y apenas podía ver manchones de tonalidades cálidas que se movían a su alrededor. Ella solo conocía la superficie rocosa y fría de su hogar, nunca había visto algo tan…vivo. Asustada, decidió quedarse en aquel lugar esperando despertarse lo más pronto posible, hasta que logró ver una figura acercársele. Encogiéndose, pudo escuchar una voz:
—¿Quién eres?
Al no recibir respuesta alguna, la figura pareció sonreírle mientras le tendía una mano para que se levantara. Selene dudó, pero confiando en que todo sería un sueño, le siguió.
Helios no esperaba encontrarse con un espíritu azulado en una de sus exploraciones. Al verle desde lejos, sintió algo de temor al pensar que estaba relacionado con aquel reciente eclipse que había logrado tensarlo. Sin embargo, su naturaleza curiosa era más fuerte y le llevó a investigar más de cerca.
El espíritu no le respondió a la primera pregunta y le pareció que este estaba más asustado de él, cuando quizás debía ser al contrario. No le importó. Algo dentro de él le dijo que debía tener cuidado al tratar con aquel espíritu que solo le seguía a donde fuera. Pronto, comenzó a hablar de todo lo que había visto en su periodo de vida y aunque nunca recibió respuestas, decidió seguir para, tal vez, inspirarle confianza a aquel ente extraño.
Luego de un largo tiempo en que ambos recorrieron una pequeña parte del hogar de Helios, Selene despertó y el espíritu azulado desapareció del sol. Entristecido por su desaparición, Helios comenzó a caminar hasta que eventualmente, él también cayó dormido.
Sucedió lo mismo. En el mismo lugar en que Selene se dedicaba a guiar a la luna e inventar historias, apareció una entidad de un tono naranja y rojizo que se comenzó a mover por todo el lugar. De un momento a otro, se encontraba al lado de la guardiana y comenzó a lanzar varias preguntas.
—Me llamo Selene, y…estás en la luna —No supo de donde había sacado el valor para hablar, pero no se arrepintió. Tan pronto como respondió, volvió a escuchar más preguntas.
—Oye, ¿no te gustaría ir a caminar?
—Eh… —aquella pregunta en particular la tomó desprevenida, por el hecho de que nunca había salido de su área habitual de cuidado— Yo…preferiría quedarme aquí.
—Oh, de acuerdo —El ente, anteriormente inquieto, dejó de moverse y se quedó frente a ella, pareciendo estar sentado y concentrando toda su atención en Selene.
—¿Quién eres tú?
— ¡Soy Helios! Por cierto, ¿qué haces aquí para entretenerte? Realmente no me puedo imaginar estar en un solo lugar sin aburrirme.
—Yo… —De repente, sin saber por qué, sintió un poco de vergüenza de contarle a un extraño acerca de su único pasatiempo— Me gusta inventar historias.
— ¿En serio? ¡Entonces cuéntame una!
Estaba nerviosa.
Nunca se le había cruzado por la mente que le contaría todas sus fantasías a alguien. En primer lugar, no sabía si realmente existía alguien más aparte de ella. Por lo que, empezó con una historia simple que había creado hace poco. Para su sorpresa, Helios le había escuchado atentamente e incluso le habló de sus partes favoritas. Aquello le dejó un cálido sentimiento dentro. Pero como había pasado en el sol, el ente desapareció.
Cuando Selene volvió a caer dormida, ambos se dieron cuenta que se podían encontrar en sus sueños. Poco a poco, empezaron a pasar tiempo juntos.
Él le enseñaba cada parte del sol y la inspiraba, mientras que ella lo maravillaba con un nuevo relato. También intercambiaron parte de sus personalidades. Uno aprendió a contemplar la belleza de un solo lugar y a apreciar la paz que uno puede tener, mientras la otra se había contagiado de su ánimo entusiasta y empezó a explorar su hogar.
El tiempo que nosotros conocemos como primavera, era cuando sus sueños duraban más y disfrutaban la compañía del otro. El invierno, según nuestro mundo, acortaba sus visitas y despertaba el anhelo de querer volver a estar juntos. Sentimientos cada vez más fuertes se cultivaban y fue durante lo que reconoceríamos como atardeceres y amaneceres, que se enamoraron.
Sin embargo, al segundo eclipse, algo cambió. Esta vez, siendo conscientes del otro, cuando el sol y la luna se cruzaron, a pesar de la distancia, pudieron verse nítidamente por primera vez. Ambos quedaron anonadados con la apariencia del otro. Y eso despertó un deseo aún más grande.
Era el turno de Selene de aparecer en el sol y cuando lo hizo, parecía más emocionada que cuando le relataba algo nuevo a Helios. Ambos se llenaban de cumplidos y suaves palabras sobre la experiencia de verse.
—¡No puedo creer cuanto tiempo he podido vivir sin verte! —Exclamó— Helios, necesito volver a verte en persona, por favor. No sabes cuan feliz estaba de verte al fin.
—¡Yo también quiero verte de nuevo! Pero no sé cómo podamos hacerlo.
El espíritu que representaba a la guardiana quiso tomarle de las manos, pero obviamente no pudo. Solo era un sueño. Realmente no podía tocarle y eso le entristecía.
—Y…  ¿si acercara la luna hacia el sol? —Lanzó una idea— De esa forma estaríamos más unidos y nos veríamos con más frecuencia. ¡Tal vez hasta podría visitarte!
Ambos se entusiasmaron por la idea y aceptaron el plan. Selene cambiaría el curso de la luna para que esta estuviese cerca al sol, así podrían estar juntos como deseaban.
Cambiar la dirección de un astro no es fácil y el que le hubiera costado tanto parecía una señal. Ella fue perseverante, pero también fue cegada por el gran amor que sentía, olvidando su deber. Él, al observar como el hogar de su amada se acercaba más al suyo, Helios decidió organizar un pequeño espectáculo en su honor con las llamas del sol.
Estaban entusiasmados por sentir la presencia del otro.
Cuando estaba bastante cerca, pudo observar la presentación dedicada a ella y se distrajo un momento del curso que debía tomar para que la luna no fuera consumida por el fuego.
Algo terrible ocurrió.
En su descuido, el astro grisáceo perdió el camino y fue camino directo hacia las llamas. Aunque trató, Selene no pudo retomar el trayecto inicial. Helios también trató de apagar el fuego que la amenazaba. Pero nada funcionó.
El sol se la llevó a ella y la luna, quienes fueron consumidas por el calor en pocos minutos.
Se lamentó el haber sido tan tonto y no haber detenido aquel estúpido plan. ¿No la amaba lo suficiente como para prevenir el error que habían cometido?
Dolía. Pero no importaba el sufrimiento o las lágrimas. Ella no regresaría.
Ojalá todo hubiera sido un sueño como en un principio.

Seudónimo: K