Atado a recuerdos

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Uno
El cielo gris y una lluvia tenue hacían juego con el ambiente carente de sentimientos, mi mente viajó dando lugar a un recuerdo oscuro y otro un poco más claro.
Recuerdo, los años de mi adolescencia de modo recurrente, como quien no quiere, pero siempre aterriza en esos sucesos que marcan, que ligan, que atan para siempre.

Dos
Tenía catorce años, había regresado de la escuela, desde el escritorio de mi cuarto miraba por la ventana el paisaje triste y antipático, a pesar de ello quería pensar que algo prometedor vendría, más volví a reflexionar sobre cómo el mundo y la vida muestran su fatal realidad. De todas formas, tendría que salir de allí, la soledad me había bajoneado tanto, que mis pensamientos estaban despojados de optimismo. Cada vez que me ponía así, siempre me auxiliaba una foto familiar de la celebración del año nuevo 2010, los rostros radiantes de papá, mamá, mi hermana y yo cuando niños aún teníamos una amplia sonrisa, sin duda, una de los mejores días de mi vida.
Bajé a la cocina, por un vaso de agua, quise regresar de nuevo al único lugar donde sentía que pertenecía, mi habitación; no obstante, antes que volviera, una voz paralizó mis movimientos.
—Hola, hijo —era mi padre, no acostumbraba a verlo por aquí esos días, como ese miércoles, él sólo venía algunos fines de semana y no se quedaba mucho tiempo—. ¿Cómo estás?
—Bien —le respondí de manera cansada—. ¿Qué haces por aquí hoy?
—Vine a visitarlos, aunque no me quedaré mucho tiempo.
Escuchar eso no me contentó, si no iba a quedarse, no tenía mucha gracia que viniese, pero aun así pensé en disfrutar su compañía.
Luego, mamá también bajó a la cocina, mi hermana fue más rápida en avisar la llegada de mi padre. Me sorprendí al ver que lloraba, no me gustaba verla así, de modo que trate de consolarla pero era en vano, su llanto era incontenible.
—¿Se los vas a decir? —dijo mamá dirigiéndose a mi padre, hecha un mar de lágrimas—. ¿O los harás esperar?
—Que quede claro que tú lo exiges así —contestó alertado—. Yo prefiriría hacerlo de otro modo.
No sabía qué pasaba, mi madre tornó su dolor en coraje, y no era nada discreta, eso me preocupaba aún más, cuando mi madre se sintió más calmada. Mi padre nos reveló el motivo de su presencia.
—Lo siento, hijos —empezó con seriedad—. Quiero que sepan ustedes… y no sientan culpa de esto, tómenlo como algo bueno y no guarden rencores ni contra mí ni contra su madre.
Por dentro, sabía que no podía ser el clásico problema del divorcio. Mis padres no se habían casado, obviamente no podría existir un problema así, creí que era otro tema común por los que uno discute; sin embargo, las palabras de mi padre me tomaron por sorpresa.
—Tienen una hermana, que no conocen.
—¡Qué bien! —reaccionó mi hermana entusiasmada—. Sabía que algún día ustedes nos regalarían un hermanito o una hermanita.
Yo estaba confundido, ¿por qué mi madre lloraba?, ¿por qué mi padre estaba tan serio? Llegue a una conclusión previa
—No es hija de tu madre, Lucía – mi padre contestó a mi hermana, antes que pudiera decir algo—. Es mi hija, pero no de tu mamá.
—¡¿Qué estás diciendo?! —reclamó airada mi hermana.
—No te enojes, tú no tuviste la culpa.
—¿Mamá, de qué está hablando mi padre? —Lucía empezó a llorar.
—Tu padre tiene otra familia, hija —dijo mi madre, apenas audible por los sollozos.
—¿Nos engañaste todo este tiempo? —preguntó mi hermana, intentando escudriñar el desengaño—. ¿Por eso ya no vienes constantemente?
—Lo siento —contestó con pesar, intentó cambiar el tema—. En realidad, también quería decirles, que me ofrecieron un trabajo en la capital, me pagaran más que en mi trabajo actual, yo les enviaré una pensión semanal.
Yo estaba en trance, obnubilado, cómo de inusitada manera, el cristal en el que atesoraba mis mejores años de niño junto a mamá, papá y mi querida hermana, se rompió en mil pedazos; mi familia, mi pasión, mi sueño de unidad en el cual algún día todos seríamos felices se fue en un abrir y cerrar de ojos.
—¡Vete, papá! —sentenció Lucía, hasta entonces con once años, la niña de papá, sublime afinidad—. No deseo volverte a ver.
—Roberto corre —complementó mamá—. Esta es la última vez que pisas a esta casa.
—Papá, qué hiciste… te perdono, pero no creo que pueda olvidar esto nunca –dije a papá, haciéndome el fuerte, conteniendo las lágrimas, mientras abrazaba a mi hermana—. Será mejor que te vayas y pase un buen tiempo para que podamos volver a vernos.
Parece que papá quiso decir algo que pueda disminuir los estragos y la dimensión de su engaño, pero al vernos en su contra tan consternados, pareció disuadirse por sí mismo, tan solo se resignó.
—Adiós, Rodrigo, adiós Lucía, adiós Mary ojalá puedan perdonar lo que hice —Decía acongojado, el señor, el hombre que hasta ese momento amé con todo mi corazón.
Tres
Pasó mucho tiempo para volver a ver a papá, hablo de años, cinco al menos en que no vi ni su sombra, luego lo vi muy poco, sus pocas apariciones, mis escasas visitas, hasta que la distancia nos hizo algo así como extraños, me arrepentí de haberle dicho que se fuera, en ocasiones añoré su compañía, sobre todo, en aquellos días en que me sentía vacío, falleció en un accidente automovilístico todavía sin esclarecer, a veces pienso que se suicidó, alguna vez bromeo sobre una canción que era perfecta para el suicidio, esa canción precisamente fue la que escuchaba mientras el auto se desbarrancaba en la curva del diablo de la Panamericana Sur, al no hallar comprensión en ninguno de los hogares que formó, al no ver reflejado nunca más en sus ojos nuestra familia.
Mamá falleció en las vísperas de navidad del año pasado, la edad se le vino encima, la soledad en la modalidad de abandono se tradujo en un cáncer que le consumió las entrañas, la extraño mucho, no pude ser tan solidario como lo fue mi hermana con ella, aun así, procuré estar con ella y tratar de pintarle un presente mejor antes que nos dejase.
Veinte años después de aquel cisma, Lucía, mi hermanita se hizo una mujer de carácter serio y firme, creo parece convivir con el trauma de la adolescencia, se negó a tener pareja e hijos, alcanzando el éxito en el aspecto profesional y sobre todo laboral, en febrero le otorgaron un ascenso, y le propusieron trabajar en Costa Rica ella no lo pensó dos veces, aceptó y se fue con un abrazo que me pareció interminable advirtiendo que no me pusiera tan triste que pronto nos volveríamos a ver.
Por mi parte continuo con mi vida de escritor, siento que cada vez me quedo más solo, en mi habitación antes, hoy en mi apartamento, las cosas no parecen ser interesantes. Justo hoy abrí mi cajón para cambiarme de ropa, estaba buscando unos guantes, hacia demasiado frio, y tenía una reunión de rutina, mientras buscaba, encontré una foto, era de hace muchos años, cuando celebramos aquel año nuevo 2010 en familia, recordé a papá, a mamá y a mi hermana.
Recordé el día más feliz de mi vida.

Seudónimo: Nocha