Princesa

[Volver al índice de obras]

Su madre la desamparó cuando solo tenía once años para irse con otro hombre abandonando también a su esposo, quien desde ese momento entró en una depresión garrafal, así que Daineris tenía que cuidar de ella misma y de algún modo a su padre también.
Pasaron dos prolongados meses, su padre no trabajó desde la partida de su exesposa y como era de esperarse ella no había dejado ni un centavo.
—Papá ¿estaremos bien? Te ves muy mal.
—Claro princesa, no te preocupes solo necesito más tiempo para recuperarme y buscaré trabajo.
—Pero eso dijiste ayer.
—Tú no te preocupes princesa todo estará bien.
Daineris estaba muy preocupada por su padre, ya casi no comía y no era porque no había que comer sino porque aparentemente no tenía apetito. Y las cosas empeoraron cuando Don Juan los sorprendió con su vista tan repentina.
—Hola Daineris, ¿se encuentra tu padre?
—Hola Don Juan sí, pero se encuentra muy enfermo.
—Entiendo. Entonces dile que ya deben tres meses de renta y si no pagan tendré que desalojarlos.
—Sí, yo le diré.
—De acuerdo, solo no te olvides, adiós, cuídate Daineris.
—Hasta luego Don Juan.
Su padre estaba en muy mal estado como para darle más problemas, Daineris decidió no decirle nada y se alistó para ir a la escuela, al llegar la directora mando a llamarla.
—Buenos días Daineris, ¿Cómo estás?
—Buenos días bien, gracias.
—Me alegro, la razón por la que te llame es que quería decirte que tus padres no han pagado la pensión y ya deben tres meses, ¿podrías decirle a tus padres sobre esto?
—Sí, claro lo que pasa es que en estos momentos estoy viviendo solo con mi padre y está muy enfermo.
—Entiendo, les daré plazo hasta el fin de mes.
—Muchas gracias.
—De nada, puedes retirarte.
Los problemas ya se habían tardado en llegar y así como un ciclón tropical empezaron a surgir, Daineris muy preocupada, más por su padre que por el dinero tomó la decisión de buscar trabajo ya que no tenía ningún familiar quien la apoyara, solo estaba ella y su padre. Busco día a día sin descansar, yendo a cada lugar donde había anuncios buscando asistentes o algo parecido. Sin embargo, ninguno la contrató por su corta edad.
Un viernes por la tarde volviendo a casa, se fue por un camino desconocido haber qué encontraba, vio un jardín con hermosas flores las cuales florecían con los rayos de sol, arrancó una y se la llevo a casa, cuando llego vio a su padre en el suelo.
—Papá ¿Qué te pasa? ¿Estás bien? —viendo que su padre no reaccionaba pidió ayuda.— ¡Ayuda!
Don Juan asustado por los gritos fue a ver qué pasaba, al encontrar a Daineris en el suelo con su padre desmayado inmediatamente llamó a una ambulancia. Al llegar al hospital los doctores les informaron que tenían que internar a su padre.
—Don Juan ¿Cómo pagaremos yo y mi padre los gastos del hospital?
—Yo ayudaré un poco pero tendrás que trabajar de alguna forma si no tu padre no podrá curarse.
Daineris rompió en llanto al saber que probablemente no iba a conseguir el dinero necesario. Luego de calmarse un poco se dirigió a la habitación donde se encontraba su padre.
—No dejare que mueras papá de verdad que lucharé para que estés bien, confía en mí.
Regresó a casa acompañada de Don Juan, esa noche no pudo dormir bien estaba con la angustia de tener que pagar la renta, la pensión de la escuela y el hospital.
Despertó y fue a la cocina a preparar algo de comer pero ya no quedaba más comida, Daineris no podía con tanta responsabilidad y a partir de ese día ya no fue a la escuela. Tenía mucha hambre pero no había dinero entonces se acordó de aquellas flores y en su cabeza surgió una idea, ¿qué tal si vendía las flores del jardín? No era mala idea y así fue hasta el jardín y empezó a extraer con mucho cuidado algunas flores. Ese mismo día las vendió todas, y aunque no era mucho ya había ganado 15 soles solo en flores, por fin pudo comer algo en todo el día.
Al día siguiente volvió a hacer lo mismo y así día a día regaba las flores y se encargaba de que florecieran lo más hermosas posibles.
Ya habían pasado dos semanas y solo tenía dinero para pagar a medias un mes de renta y para poder comer algo, le pago a Don Juan lo que pudo  ahora por lo menos tenia medio mes asegurado un techo donde dormir.
Don Juan noto que Daineris no comía como debía de ser se compadeció y le dio un pequeño trabajo en su bodeguita, Daineris muy contenta aceptó y trabajó sin parar, ahora que no estudiaba le daba más tiempo para ir a ver a su padre que aún estaba internado  y como ya iba un mes internado las deudas aumentaron, ni con el dinero de las flores ni con el trabajo en la bodeguita le alcanzaba y ya se acercaba el invierno; las flores ya no iba a florecer Daineris tenía que hacer algo pero ¿Qué? Si tan solo era una niña. De igual manera siguió trabajando pero las malas noticias llegaron de nuevo cuando Don  Juan un día le dijo:
—Daineris, lo siento mucho pero no puedo seguir pagándote, tengo que mantener a mis hijos, uno de ellos se enfermó y el dinero no me alcanza.
—Pero Don Juan en serio necesito ese dinero ¿Cómo podré comer? o ¿Pagar el tratamiento de mi padre?
—Lo lamento mucho Daineris busca otro trabajo.
Llego el invierno y las flores ya no florecían, Don Juan también la había abandonado y con el poco dinero que le quedaba visitó a su padre, los doctores no le dijeron nada pero a su padre le quedaban pocos días de vida y aunque había despertado su cuerpo estaba muy desnutrido, así que solo pudieron decirle:
—Niña tu padre está mejor, ¿no quieres llevarlo de paseo a algún lugar? Para que respire aire puro.
—¿En serio? Sí, claro.
—Entonces mañana podrás llevarlo pero recuerda con mucho cuidado.”
Llego el día y con mucho esfuerzo Daineris empujaba la  silla de ruedas de su padre para llegar al parque donde ella, su padre y su madre iban siempre.
—Ya llegamos papá ¿Recuerdas este parque? Siempre veníamos con mamá y aunque ella ya no esté aquí hay que disfrutar esto juntos.
—Claro Princesa, ¿Cómo podría olvidarlo? Daineris quiero pedirte disculpas por todo lo que estás pasando, todo esto es mi culpa por el abandono de tu madre he acabado así y olvide que tú eras lo más importante en mi vida.
—Tranquilo papá yo estaré bien sigo teniendo un techo donde dormir y comida.
—Quiero que sepas que si me pasa algo por favor trata de salir adelante pero ¿Estás bien? ¿Vas a la escuela?
—Sí, todo está bien podré yo sola papá lo prometo.
—Gracias princesa, por darme esta tranquilidad.
—Ya no te preocupes más papá tu estarás muy bien.
Y juntos pasaron el último y más hermoso atardecer juntos riendo y recordando momentos del pasado que les hacía feliz a los dos. Tres días después cuando Daineris se quedó cuidando toda la noche de su padre, el no despertó más.
—¡Papá¡ ¡Papá Despierta! ¿Qué te pasa? ¡Ayuda!
Vino el doctor y las enfermeras sacando a Daineris de la habitación y cuando ya no se pudo hacer más salieron y le dijeron:
—Niña lo lamento tu padre no resistió más hicimos todo lo posible per su cuerpo estaba muy débil.
—¡No! ¡No! Mi papá no —se dirigió a él y empezó a llorar y a abrazarlo— papá ahora ¿Que haré sin ti? no puedes irte ¡Regresa!
Don Juan fue a hospital y llevo a Daineris a su casa, al día siguiente iba a ser el funeral que todo el vecindario iba a pagar y aunque no fue mucho sirvió de algo, los vecinos no dejaron que Daineris estuviera ahí una niña no podía aguantar tanto dolor. El vecindario había recaudado fondos para que Daineris por lo menos estuviera bien por un tiempo. Y aunque ella estaba muy dolida por la muerte de su padre no podía terminar como el, así que empezó a buscar trabajo porque el dinero ya se le acababa.
El invierno empeoraba, las noches eran más frías que nunca y nadie le daba trabajo ni dinero ya que el vecindario a las justas podía con sus propias deudas. Pasaron los días, semanas, meses y llego el día en que después de tanto tiempo Don Juan fue a visitarla.
—Daineris debes seis meses de renta.”
—Sí, lo siento a las justas pude conseguir dinero pidiendo limosna y solo para comer.
—Si no pagas en una semana tendrás que irte hay una señora que quiere la habitación.
—Sí, no se preocupe.
Paso la semana de plazo y Daineris no había recaudado nada de dinero, Don Juan con el dolor de su corazón tuvo que correrla, Daineris se refugió en la puerta de una iglesia, hambrienta y de frío pidiendo limosna. Se quedó dormida y cuando abrió sus ojos, a lo lejos vio una silueta que se acercaba a ella, la cargó y la llevó entre sus brazos, Daineris no pudo reconocer su rostro pero se sintió protegida entre sus brazos.
Despertó por los rayos del sol que le daban en su rostro, ya no sentía hambre y mucho menos frio el lugar donde estaba era cálido y escuchaba el canto de los pájaros, era como si todo su sufrimiento se había desvanecido. Cuando se levantó a su lado se encontraba un hombre que le dijo:
—Ya estamos juntos princesa.
—¡Papa! —dijo ella.
Seudónimo: Daenerys