LOS RECUERDOS DE MI MADRE
¡No sirves para nada! Gritó antes de salir por la puerta; y la impotencia se apoderó de mí. Me sentía débil y con fuerzas a la vez, tenía ganas de morir y al mismo tiempo tener vida como una flor en primavera. Mi cuerpo y mi mente se volvieron una ironía, no aguantaba tanto maltrato pero aquella vida latente en mi vientre solo me hacía por qué aún resistía.
No tenía la mejor vida, al menos no ahora; pero el saber que me convertiría en madre me hacía la mujer más feliz del mundo. Después de la noticia todo se tornó incoloro o más bien de muchos colores. La gran vida de universitaria, las tardes interminables de spam, las compras continuas y las noches de juerga había terminado. Solo quedaba yo y el gran tesoro que llevaba dentro, aun cuando parecía oscura y llena de tristeza, también era una vida mucho más consiente y con sentido.
El distanciamiento con mi familia creí que no tenía gran importancia, que estaban decepcionados pero de seguro me ayudarían. Sin embargo vi pasar el tiempo y mi familia iba desapareciendo cada vez más para mí. Lo primero que pensé al dar a luz fue darle una mejor vida a mi hija, mi vida cambió por completo y el hombre que me ofreció el mundo entero solo me entregó golpes e insultos después de mudarnos a la casa de su madre.
—Al marido se obedece, quien te crees que eres para salir sola, eres una cualquiera. Solo me das problemas, eres mi peor error.
—Basta por favor, te prometo que no lo volveré a hacer.
—Eso dicen todas, pero solo con golpe se arreglan.
Sentía las patadas en todo mi cuerpo, de pronto sentí un gran rasguño sobre mi pierna izquierda; y vi su risa burlona ante la sangre en la hebilla de su correa. En ese instante lo único que me preocupaba de mi eran mis senos. Mi hija gritaba a llantos en la cama; y es por eso que decidí gritar.
—Ya no aguanto más, te voy a denunciar y me iré de esta casa.
—Denúncialo, denúncialo; pero si te vas te largas solo tú. Ni pienses en llevarte a mi nieta, mi hijo es policía así y tú no tienes a nadie.
Nada me dolía más que verme en aquella casa sin ningún futuro para mi hija. Talvez tenían razón y no valía para nada, pero la que si valía era ella; y por ella tomé una decisión esa misma noche. La tomé en mis brazos y con el cuerpo adolorido vine aquí, la parroquia fue mi única opción. Estoy muy asustada, si tan solo tuviera alguna otra opción, si tan solo no me habría apresurado, si tan solo… el reloj parara de sonar!
—¡María! A desayunar, llegarás tarde.
María despertó de un raro sueño, se cambió rápidamente y dio un profundo respiro; tomó la nota sobre su mesa y la tiró a la basura. Bajó, desayunó; besó a su madre y se fue al colegio.
Esa misma mañana la madre se encontraba limpiando el cuarto de María, y encontró el papel en la basura. Lo leyó y sintió gran satisfacción al saber que su hija había tomado una buena decisión. Recogió la cesta y caminó hacia la sala luciendo una falda que mostraba una cicatriz en su pierna izquierda.
Seudónimo: Ailee