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En la inmensa oscuridad del bosque, Ana corría sin dirección alguna en busca de refugio, Diego y Ema  tomaron otro rumbo, pero solo espera que sus hermanos se encuentren bien, escucha sonidos metálicos las maquinas asesinas están cerca aun no es tiempo de morir, trata de huir ya que no quiere perder el corazón los ojos el cerebro, ni la luz de la luna puede guiarla aún no está a salvo corre pero no puede evitar caer estrepitosamente contra el suelo su pie se dobló al haberse atascado con la raíz de un árbol, quiere gritar pero una mano le tapa la boca, presa del pánico Ana comienza a retorcerse pero la voz de Diego la calma diciendo:
—Silencio.
Ana más tranquila comienza a buscar  a Ema con la vista pero no la encuentra, mira al suelo y  cinco metros yace su hermana hecha un manojo de carnes bañada en sangre con las vísceras afuera, el cráneo destrozado y el pecho partido y sin ojos es lo más espantoso que haya visto pero es la realidad Ana  no puede contener las lágrimas y comienza a llorar desconsoladamente Diego la abraza ambos lloran, presas del dolor Ana  aun no asimila que Ema haya muerte ella era como su segunda madre ya que sus padres murieron cuando aún era una niña ahora ya no le queda nada prácticamente Diego su hermano mayor era su única salvación su motivo para seguir en la faz de la tierra, entre sollozos y lágrimas ambos fueron caminando buscando una salida sin hacer el menor ruido posible.
—Diego, ¿qué son esas máquinas? ¿Qué quieren de nosotros y porque están en la Tierra por que nos destruyen la vida? —dijo Ana con las lágrimas cayendo por sus mejillas.
—Son máquinas asesinas que destruyen todo lo que encuentran a su paso, estas no tienen criterio hacia lo que hacen simplemente nos usan como combustible, nuestro ojos, nuestro cerebro y el corazón  es como su  alimento Ana, caminemos más rápido antes que se haga de día o sino seremos presa fácil , pero ya deja de llorar Ana Ema aun esta en nuestros corazones  —dijo Diego abrazando a Ana.
Ana y Diego tenían que buscar refugio, el alba ya estaba cerca.
—Un par de kilómetros y llegaremos a la carretera, vamos  Ana no te des por vencida, vamos hazlo por Ema  —dijo Diego.
Efectivamente llegaron a la carretera pero estaba llena de autos con cadáveres en su interior era como si se  hubiera liberado una guerra feroz, ante tal hecho  no dudaron en coger un auto y alejarse lo más antes posible del lugar infectado.
—¿A dónde nos dirigimos? —preguntó Ana.
—Trato de buscar un refugio donde ocultarnos y descansar un poco —respondió Diego.
Ambos recorrieron la carretera tristemente y la noche cayó nuevamente, donde estacionó el auto y descansaron un poco aunque era imposible ya que a muerte los acechaba. Durante el día el panorama no cabio todo era cadáveres y más cadáveres lo que no causó sorpresa fue que no encontraron ninguna máquina.
—Diego la cuidad,  la ciudad mira allá, vamos parece todo pacifico, mira vamos más rápido —exclamó Ana con una media sonrisa en los labios.
—¿No te parece raro Ana? El que no haya ninguna máquina —dijo Diego sin soltar el timón.
Al entrar en la ciudad había una cadena de policías que los cogieron y sedaron para seguidamente llevarlos a un laboratorio donde fueron revisados, cuando despertaron vieron a su alrededor enfermeros con máscaras y comenzaron a interrogarlos ellos respondieron y contaron todo lo que vieron, y los biólogos aunque ya sabían toda la verdad negaron tener conocimiento de las maquinas asesinas  ante el gobierno  era un total complot no querían desorden en el país por eso negaron toda la verdad.
Día y noche Ana y Diego  permanecieron aislados de la luz solar en un cuartucho donde les pasaban una mísera porción de alimento y comida, perdieron la noción del tiempo, hasta que dejaron de pasarles comida desde lejos se oía gritos golpes contra la pared  señal que las maquinas ya invadían la ciudad para sembrar la muerte y la destrucción.
—Ana no podemos seguir aquí tenemos que buscar la salida, no podemos morir aquí —dijo Diego con un hilo de voz.
Ambos buscaron una salida y hallaron una puerta que daba al laboratorio el ambiente era espeluznante los biólogos eran sangre y carne. Ana y Diego hallaron alimento y medicinas y armas y aunque no sabían usar hicieron su mejor esfuerzo, la ciudad era un basural, ambos buscaron refugio, pero no eran las únicas personas un grupo de 10 jóvenes también trataban de huir lo que les quedo fue esconderse en un edificio  paso un día al caer la noche las maquinas entraron al escondite, cada miembro del grupo fue pereciendo en manos de las maquinas  Diego y Ana hallaron una salida subieron por las escaleras  pero Diego cayo y en el intento de morir pereció Ana era la única que quedaba  trato de huir pero al llegar al último piso se dio con la fatal noticia que no había salida, volvió la mirada para ver, pero la muerte la sorprendió. La ciudad fue invadida por maquinas que buscaban combustible que mejor opción usar a los humanos para tal fin.

Seudónimo: Alesita