Melodía de un dulce asesinato

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Lo que ella no sabía es que su chico me amaba…
Sus respiraciones se entrecortaban, el aire hacía falta, pero ambos pedían más, la excitación y la pasión desbordaba por sus poros. Incapaces de cortar su peligrosa cercanía.
Se separaron por escasos segundos, uniéndose nuevamente con sensualidad al compás del movimiento de sus manos sobre el cuerpo del otro. Él con dulzura, suavidad, como si de una muñeca de porcelana se tratase; y ella con desesperación, deseo, temor, temor de que aquello fuera solo un sueño y al abrir los ojos lo vea nuevamente con ella.
El irritante sonido de la campana, anunciando el final del descanso, los sorprendió. Todos los estudiantes debían regresar a sus aulas.
Ambos maldijeron por lo bajo. Compartieron una última sonrisa cómplice y un pico de despedida.
Abandonaron el baño de hombres uno tras el otro, Alex antes que Nicole. Cuidándose de algún curioso, volvieron a besarse y regresaron a sus respectivas clases.
Lo que ambos no notaron es que un flash de algún teléfono móvil los había captado, ahí juntos, traicionando a la persona que tanto aprecio tenía por ambos, o al menos eso demostraba.
—Nena, por poco no llegas a tiempo ¿dónde te metiste? —preguntó una chica blanca, pareciera extranjera, un poco rellena, pero de buen corazón.
Nicole se encontraba jadeante, y un poco colorada. Y de inmediato se ubicó en su carpeta habitual, al lado de esa pequeña chica que no cesaba de hablar. Ella formuló media sonrisa ante la pregunta, echando un vistazo de reojo al recién llegado.
Con su cabello alborotado y el uniforme algo desarreglado, se veía tan radiante y simpático. Como la primera vez que lo vio, al lado de su hermana, con esa sonrisa hipnotizadora y los brillantes ojazos color miel que se mandaba con algo de orgullo.
Alex era enamorado de Valeria desde hace casi un año, dónde verdaderamente existía amor por parte de los dos. Eran como la pareja perfecta. Al menos hasta que en su medio año de relación, Valeria tomó la decisión de presentarlo a la familia.
Fue un flechazo. Nicole, con sus rizos salvajes y piel morena,  bajaba de las escaleras velozmente hacia el comedor, hasta que tropezó y cayó al piso.
Ojos pardos y miel se encontraron. Y sintieron un extraño cosquilleo por todo el cuerpo.
Ahí empezaría su historia. Aunque no tardaría en terminar.
Lo que yo ignoraba era que ella mi sangre anhelaba.
La salida se encontraba muy ajetreada como para despedirse en frente de todo ese gentío, por lo que sólo se enviaron unos dulces mensajes hasta que llegaran a sus hogares.
Valeria ya se encontraba en la puerta, esperándola. Mientras recibía un beso en la frente por parte de su novio, quién después se alejó, y desde la lejanía, se despidió de la mayor.
Sin esperarlo ambas suspiraron. Y se sonrieron forzadamente.
Caminaron a casa sobre una conversación amena pero tibia.
Un par de pasos antes de llegar a la puerta, dos teléfonos móviles suenan a la vez.
Nicole sonríe dulcemente, es él.
Valeria se queda paralizada, con los ojos abiertos como platos.
—¿Estás bien? —la morena deposita su mano sobre el hombro de su hermana delicadamente.
La pequeña reacciona. La aparta con brusquedad y corre a su habitación, ante la mirada extrañada de Nicole.
Aquello debería ser una broma. Esa estúpida y Álex… Era imposible.
Esa foto tenía que ser falsa. Álex nunca la engañaría. Y ella no volvería a ganarle algo.
No lo permitiría si fuera cierto.
La noche llegó. Dejando ver la luna llena y  su hermoso resplandor, descubriría algo que nunca debió comenzar.
Nicole tecleaba su teléfono móvil constantemente. ¿Con quién hablará? Ha estado así casi toda la tarde.
Sale de su habitación en puntitas. ¿A dónde irá?
¿La sigue? Nunca se había puesto tan misteriosa.
¿Se encontrará con él? Imposible, ha estado toda la tarde buscando fallas en esa imagen y está casi segura que es falsa. Y además Álex tiene clases de literatura  hasta las 8:00 pm. Apenas y son las 7:00.
Casi… Nada pierde intentándolo. Después de todo nunca confió en ella. En esa maldita que siempre era mejor en todo. La más hermosa, la más inteligente, la consentida. Ella siempre le quitó todo. Pero Álex sería la excepción, estaba segura.
Y si no era así… La mataría con sus propias manos.
Pero la curiosidad la consume.
La puerta hacia la salida hizo un sonido suave, y su hermana salió.
La sigue. Nicole se dirige a un pequeño parque a espaldas de casa, mira a ambos lados, como buscando a alguien, en un par de minutos un chico camina hacia ella. Su hermana se abalanza a su cuello y le planta un beso en los labios.
Aquel chico llevaba un bolso blanco colgado en la espalda y un gorro de lana que le hacía ver tierno y a la vez un poco ridículo. Igual a como Álex siempre va a sus clases de literatura.
Valeria siente un nudo en su garganta. Y una rabia inmensa. Cierra sus puños y llora en silencio.
La odia. Ahora la odia más que nunca. Y eso que trató de defenderla. Que idiota.
Los observó por última vez. Seguían ahí, acariciándose y besándose.
 A paso lento, regresó a su casa. Y se encerró en su habitación.
Como esperaba, Álex llegó a verla, pero no salió. Se excusó con que se sentía enferma y no salió.
Al menos hasta media noche.
Silencio.
Todo era silencio. Y se quedó sorprendida al escuchar pasos rápidos hacia su habitación y murmuraciones sin coherencia alguna.
Los pasos se acercaban, pues ella mi caza deseaba.
Era ella. Estaba segura. Hace unas horas los había visto juntos.
Rígida, acostada boca arriba sin mover ni un dedo, permaneció observando hacia el techo. Imaginando qué podría hacer.
Unos segundos después, la puerta se abre, dejando ver una silueta meterse al lugar.
Lentamente se va acercando, mientras la otra entrecierra los ojos, fingiendo estar dormida, para ver qué pasa a continuación.
La oscuridad ayudaba, a que la punta afilada del arma, mi piel rozara.
Mi boca cubre con la frialdad de sus manos
Y en mi oído escucho decir: "No me ganaste esta vez"
Sonríe.
Y es lo último que veo, al sentir mi piel separar, al compás de ese líquido carmín que recorrer mi cuerpo, ella siempre deseó apreciar.
Seudónimo: Ángeles