Un corazón roto

[Volver al índice de obras]

No sé muy bien cómo empezar esto, es muy difícil para mí.
Hola, quien les está hablando es un corazón roto y la historia que estoy por contar no es mi historia es la historia del chico a quien le pertenecía un niño con unos hermosos ojos de color miel y su pelo enredadizo dorado. Gabriel era su nombre y él era un niño como cualquier otro con la diferencia de que él no conocía qué era la felicidad o qué era el amor, y no crean que es por ausencia de padres; él si tenía padres, pero él no los veía muy seguido ya que ellos trabajaban todo el día y cuando estaban en casa siempre discutían, Recuerdo que cada vez que sus padres peleaban o discutían él se aislaba en un rincón de su cuarto y se tapaba con una manta su única compañía era yo. Él se quedaba hay por horas hasta que sus padres se dormían o tenían que acudir al trabajo. Esto vino ocurriendo desde que Gabriel tenía solo 3 años hasta los 16. Ya a un par de semanas de haber cumplido los 16 años y cansado de peleas discusiones y conflictos entre su padres decide irse de lo que él llamaba hogar  empaco harta ropa, algo de comida y un par de mantas  nos embarcamos  en  una búsqueda, con la esperanza de hallar a alguien que nos enseñe qué es  amor, o que es felicidad no importa cuánto tiempo nos tome.
Ya pasaron dos semanas desde que me fui de mi casales tengo que decir que no fue nada fácil hasta ahora. Gabriel y yo hemos llegado a parar a un hogar muy humilde donde nos han llegado a recibir muy bien un señor llamado Sergio y su esposa Aurora, pero aquí no hemos encontrado lo que estamos buscando, pasamos un tiempo con aquella familia, una noche decidimos irnos y seguir en nuestra búsqueda. A los 4 días de haberme ido de la casa de aquella familia ya no tenemos que comer, y por una lucha para aún seguir vivos  tomamos la decisión de robar, aunque tengo que decir que no fue una buna idea, entramos a
una casa en la cual al parecer el dueño era un ser despreciable, nos escabullimos hasta la cocina y allí llegamos a sacar tanta comida  como para un año, pero al día siguiente al señor que le llegamos a robar nos encontró y nos acusó de ladrones y nos exigió pagarle todo lo robado, nosotros no podíamos escapar el señor  nos tenía sujetado del brazo, nos reclamó pagarle de una u otra forma, y no parábamos de decir  que no teníamos como pagarle; justo en ese momento cuando se cansó de escuchar nuestras escusas, alzó la mano en señal  de que nos iba a pegar, cuando en pleno acto interviene una señora de cabellos de plata, y ojos saltones diciendo –Yo pagaré todo lo que ellos le han robado pero no les haga daño. Al oír esto el señor mostro una sonrisa de oreja a oreja, al terminar de haber efectuado el pago nos vio y nos invitó a su casa.
No puedo mentir esa señora nos mostró un una pequeña parte de amor y felicidad, Gabriel y yo pensamos encontramos lo que andábamos buscando, eso fue lo que creíamos pero después de un tiempo la señora enfermo de gravedad no se podía hacer nada. En ese instante nuestro mundo se derrumbó con la idea de que volviésemos a reanudar las búsquedas, y 13 días después la señora falleció dejándonos solos, otra vez, y sin mirar atrás y con mucha tristeza volvimos a embarcarnos en la búsqueda fuimos de ciudad en ciudad de pueblo en pueblo pero cada día que transcurría más  parecía que nunca encontraríamos el amor y felicidad.
Cinco meses han pasado desde el trágico fallecimiento de aquella señora, la verdad nunca llegue a saber cuál era su nombre y eso es lo que más me entristece, llegamos a parar donde una señor que al parecer, vivía solo estuvimos con él un par de días hasta que nos dimos cuenta que el señor era un peligro para nosotros ya que nos maltrataba físicamente y decidimos escapar apenas aquel hombre bájese la guardia para no alargar mucho más esta historia les diré que estuvimos en 52 familias por así llamarlas.
Hasta que un día Gabriel y yo íbamos caminado por una pista sin nada ni nadie a más de 1 kilómetro de ahí, estábamos fatigados, con mucha hambre y muriendo se sed, apenas Gabriel podía caminar. Caminamos tanto que sin fijarnos Gabriel había caído al suelo.
—No pares aún no hemos terminado nuestra búsqueda —fueron las palabras que le dije a Gabriel, después de haber dicho aquellas palabras él se puso de pie  con demasiada dificultad, se quedó en el mismo lugar durante un momento muy largo hasta que le grite que avanzara, así fue por un breve y fugaz instante, ya que Gabriel volvió a caer y llorando me dijo:
—Ya no puedo —esas palabras no me iban a detener.
Yo le dije:
—¡Arriba! no podemos darnos por vencidos aun debemos seguir.
Al terminar de decir esto Gabriel me dijo, sin parar de llorar:
—Yo ya no puedo más, este es mi límite; pero tú, tu puedes seguir en nuestra búsqueda —me quede anonadado ante dicha frase.
Y sin pensarlo dos veces Gabriel incrustó su mano en su pecho hasta llegar a mí, me agarró y me arrancó en ese momento me llegué a romper. Y al terminar esta acción me miró y llorando me dijo:
—Gracias por ser mi acompañante toda mi vida, ahora antes de morir solo te tengo que decir que ahora ¡eres libre!, y pedirte que no rindas en nuestra búsqueda, que no te detengas por nada hasta que sepas y hallas encontrado el amor y la felicidad.
Y alzando la mirada al cielo Gabriel dejo este mundo. Me quedé a su la do por horas, hasta que las horas se convirtieron en días lo único que pude haber fu poner unas flores alrededor de él, y con él queda una promesa de no rendirme hasta que allá  encontrado el amor y la felicidad

Seudónimo: Jeremías