Siempre hay una oportunidad

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Hace mucho tiempo, en un pueblo muy lejano, vivía un joven llamado Antonio que provenía  de una familia muy humilde. Todos se querían mucho y se ayudaban en todo lo que podían. Hasta que un día la desgracia llegó a su hogar. Su padre había caído muy enfermo, no tenían los recursos necesarios para pagar un buen médico o para siquiera comprar medicina.
Intentaron muchas cosas, pero con ninguna lograron obtener el dinero necesario, no sabían que hacer.  Fue a causa de eso que su padre murió y toda su familia cayó en una gran depresión.
Antonio se sentía culpable, puesto que sentía que todo había sido su culpa. Fue por eso que quería ayudar a su familia; quería que volvieran a ser los mismos de antes.  Fue así que decidió irse a la cuidad para tener mejores oportunidades de trabajo. Un día alistó todas sus cosas y salió de su casa, dejándoles una carta sobre la mesa. La menor de sus hermanas, al encontrar la carta, empezó a llorar y fue a mostrarles a su madre y hermanas.
Antonio ya había recorrido un largo camino, y en ese trayecto, todo lo que había visto era sorprendente para él; ya que para él eran cosas nuevas.
Ya estaba empezando a ocultarse el sol, y Antonio no había comido ni descansado nada. A lo lejos pudo ver una posada y decidió hospedarse ahí. A la mañana siguiente continuo su camino. Después de un largo trayecto, al fin llegó a la cuidad y se quedó sorprendido de todo lo que vio ya que era una ciudad grande y moderna, muy diferente a su pueblo. Los primeros días preguntaba a la gente  si necesitaban un ayudante, pero la gente decía que no. Al pasar los días se fue desanimando y se arrepentía de haber dejado a su familia. Fue entonces que una hermosa doncella lo vio muy afligido y decidió preguntarle que le estaba pasando. Él se quedó sorprendido de ver a una joven tan bella, pero para no ser descortés, decidió responder a la pregunta de la joven; ella le dijo que le podía ayudar, pero él no quería aceptar.
La joven se despidió ya que tenía que hacer muchas cosas, pero antes de irse, acordaron verse de nuevo cerca de la laguna. Al día siguiente, Antonio muy feliz estaba yendo a encontrarse con aquella bella doncella de la cual su belleza lo había impresionado. Esperó un largo rato, pero la joven no llegaba. Al pasar un largo rato la joven llegó y le pidió disculpas por su tardanza. Él le preguntó si se encontraba bien a lo que ella asintió.
Empezaron a caminar y conversar, Antonio le contaba de su vida y ella solo escuchaba, fue así durante varios días. En uno de esos días, al llegar la noche, la joven se sorprendió y se despidió muy apresurada para luego desaparecer en la oscuridad de la noche.  Pasaron varios días y Antonio no volvió a ver a aquella joven de la cual él se había enamorado.  Un día Antonio se encontraba sentado en la plaza. Cuando en eso vio que a la cuidad llegó un carruaje del cual se bajó una bella dama, él se dio cuenta que era la doncella. Ella se le acercó y le dijo que lo acompañara ante su padre, él aceptó.
En el carruaje Antonio le preguntó qué había pasado y ella le dijo que su padre le había dado la oportunidad de escoger con quien ella deseaba casarse y que por esa razón ella había ido al pueblo donde lo encontró a él.  Cuando llegaron al castillo fueron donde el Rey, y este muy feliz, aceptó darles su bendición.
Fue así que  Antonio se convirtió en Rey y pudo ayudar a toda su familia.

Seudónimo: Bea