Sellando lágrimas

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Como tantas otras historias, que abundan en estos  tiempos. Una extraña leyenda circulaba  misteriosa, en internet;  hablaba de cómo  parar el sufrimiento y así no volver a llorar nunca más - supuestamente ser feliz para toda la vida. Esta consistía en contar quinientos granos de arena y  guardarlos en un paño rojo formando una  pequeña bolsa; si la bolsa de arena pertenecía a tu destino, dice la leyenda;  entonces,  serías feliz durante toda tu existencia. Esto  desde la perspectiva de una persona normal y sin problemas de autoestima era estúpido;  ya que no tenía sentido  ni explicación lógica.
Jordán ya había cumplido 20 años, estaba en el segundo siglo de la universidad y siempre  era un joven muy preocupado y responsable; aunque, últimamente  había bajado en sus notas, pues atravesaba una  difícil situación económica, sus padres estaban en proceso de divorcio,  y su novia solo jugó vilmente con él; sin embargo, todo esto no era nada en comparación a  su dura batalla contra él mismo.  Jordán contaba con un serio trastorno, y una pequeña malformación en su rostro.  Los problemas emocionales y falta de confianza, para consigo mismo; lo habían convertido en una persona tímida, insegura y depresiva; casi nunca salía a fiestas o reuniones y  desde pequeño siempre se aisló de los demás, ya que temía ser rechazado.
Cuando ya era adolescente todo se complicó más. Él sentía que había estado encerrado en sí mismo, por mucho tiempo;  así que decidió  salir, ser más sociable, pero nada salió bien, él no sabía cómo desenvolverse con los jóvenes en las reuniones, por ello sentía que no tenía personalidad y se sentía  inferior a ellos; y esto con los días  se fue agravando cada vez más.
Con el tiempo Jordán dejo la universidad, pues no contaba con las fuerzas suficientes para poder superar los obstáculos y  cumplir sus metas. Cada vez que podía se encerraba en su habitación lloraba en silencio por todos sus problemas, se preguntaba mil veces: ¿por qué? Sin hallar respuestas. Cuando secaba sus lágrimas  revisaba páginas web, buscando inconscientemente respuestas: rondaba  en su cabeza el suicidio sin dolor o algo así. Una noche encontró la famosa leyenda del sellado de lágrimas, sin dudarlo y estando al borde de la locura, decidió ponerlo en práctica.
Todas las tardes contaba quinientos granos de arena y los ponía en las bolsas, al mes llenaba varias bolsas esperando llenar al fin,  la bolsa de su destino;  para así solucionar todos sus problemas y  no volverse a sentir débil  e inseguro. Esta obsesiva afición se había convertido en su estilo de vida,  ya había pasado muchos años  llenando sus bolsas y suponiendo la felicidad de otros.
Por su vida ya habían pasado cuarenta primaveras contando granos de arena, era obvio que él había enloquecido;  su padre preocupado,  pero también amargado le replicó su desperdicio de vida y le dijo palabras tan fuertes, que Jordán  a pesar de su condición entendía.
Entonces empezó a llorar dándose cuenta de que todo su trabajo había sido en vano, recapacitó,  volvió a la vida ; pero se sentía tan estúpido de haber hecho esto durante cuarenta años, y  se juró así mismo, que nunca más volvería a llorar .  Y así cumplió su promesa, tomó entre sus manos  algunas de sus bolsas de arena y dejó que se esparcieran en lo profundo de sus  ojos,  mientras balbuceaba  sus últimas palabras —la leyenda era cierta, pero con un proceso diferente,  ya no volveré a sufrir ni a llorar nunca más— dicho esto Jordán murió.
Su padre  muy dolido, lo enterró y escribió en su lápida, el siguiente epitafio “aquí se encuentra el joven de los ojos sellados”, muy aparte de dejar una pequeña descripción de lo sucedido. A partir de esto,   todos los jóvenes deprimidos como él, juntaban quinientos granos de arena y se lo ponían al lado de su tumba esperando la bolsa de su destino, evidentemente estos jóvenes deprimidos, no habían caído en locura, como él; sino era una forma  simbólica de sacarse un peso de encima,  todos los sufrimientos y tristezas. 
Ellos cuentan que después de hacer esto se sentían mejor.

Seudónimo: Ofhren