La casita de campo

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Tenía 15 años, no era un chico rebelde ni nada de eso, al contrario, era el orgullo de mis padres, sólo que siempre me llamó la atención las cosas oscuras, el ocultismo, demonios y todo que tuviera que ver con lo oscuro.
Mi familia y yo solíamos ir de fin de semana a una casita de campo, me encantaba ese lugar, porque era alejado y así te olvidabas del bullicio de la ciudad.
Una noche desperté como siempre a las 3:30 de la madrugada, me levanté de mi cama, camine hacia el espejo del baño y encendí una vela, pero esa noche fue especial, porque al acercarme al espejo, ya estaba alguien esperando. Al verlo me asusté y me sorprendí, porque nunca pensé que pudiera ser tan afortunado como para que un demonio me visitara. Me dio un mensaje, el cual era convencer a mis padres de ir a mitad de semana a la casita de campo, porque el señor del inframundo quería conocerme y charlar conmigo, era muy especial para él.
Pues para mi fortuna logre convencer a mis padres y nos fuimos a la casa de campo.
De camino hacia allá, mi madre comentó que alguien había rasgado las cortinas de la cocina, así quedo, nadie dijo nada y no se tocó el tema, pero yo sabía que había sido aquel demonio que me visto por la madrugada.
Llegamos a la casita y al bajarme del auto, lo vi, ahí estaba, aquel demonio del espejo, no entiendo como mis padres no lo vieron e incluso pasaron a un lado de él. Me dijo que caminara hacia al bosque y eso hice, con el demonio a mis espaldas y adentrándome cada vez más en el bosque, me hacía sentir miedo, pero también emoción. Caminamos como tres horas en ese bosque húmedo.
Nos detuvimos frente a un gran pino, pensé que estaba lloviendo, porque gotas caían en mi rostro, cuando me percaté de que no era lluvia si no sangre, de inmediato mire hacia arriba del árbol, justo de las ramas colgaban varios cuerpos desgarrados, con varias extremidades mordisqueadas, unas ya no estaban, también tenían intestinos de fuera e incluso ya no tenían ojos, pero por alguna razón esas personas seguían vivas. Me exalté, pero al mismo tiempo me emocioné, era tanta mi conmoción que me olvide por completo del demonio que venía conmigo. Al volver de mi transe fantástico, el espectro mencionó que el señor del inframundo me ofrecía estar a su lado y servirle en todo momento, pero tenía que hacer ciertas cosas, como pruebas para probar que podía servirle a él, sin pensarlo acepte, pero cuando le preguntaría cuales eran las pruebas el demonio desapareció. Comencé mi camino a casa, pensando cuales serían aquellas cosas que quería que hiciera por él. Se rompieron de golpe mis pensamientos al escuchar gritos desgarradores, lamentos y pedidas de ayuda, eran tan impresionante escuchar aquello, pero seguí mi camino, después de un rato de caminar llegue a la casa de campo, ya era de noche, entre mis padres estaban frente a la chimenea, pero yo fui directo a mi habitación con la esperanza de encontrar algo, pero nada, me recosté y al poco rato quedé profundamente dormido.
Desperté como de costumbre en la madruga, corrí hacia el espejo, esperando aquel demonio, pero nunca apareció, decepcionada opte por ir a la cocina por un vaso de agua, ahí estaba mi madre, tome el vaso de agua y me acerqué a ella. Estaba fumando, por alguna extraña razón le estrelle el vaso de agua en la cabeza, mi madre cayó al suelo, tome un tenedor, se lo encaje en los ojos, sacándole las corneas, me dio una gran necesidad de meterlas en mi boca y masticarlas y así lo hice. Ella se movía mucho y antes de que comenzará a gritar, corte su lengua, comencé a cortar extremidades de carne, tanto de brazos, piernas, cara, y varias partes más de todo su cuerpo, había mucha sangre y eso me excitaba, emocionaba, que seguía masacrando a mi mamá, sin darme cuenta mi padre estaba parado en la puerta, como en estado de shock, al ver semejante espectáculo, al verlo a los ojos, sólo le sonreí y él quiso correr, pero por alguna magnífica razón, antes de que el pudiera moverse, yo estaba justo enfrente de él con el cuchillo encajado en su cuello, corte su yugular, así que fue más rápida su muerte, por la pérdida de sangre.
Al ver a mis dos padres muertos, los amarré con una soga y me los llevé arrastrando hacia aquel lugar, que el demonio me llevó.
Gran sorpresa me llevé al ver a un niño de no más de seis años de edad al lado del demonio.
El pequeño se dirigió hacia mí, me vio, contempló el cuerpo de mis padres, me sonrió y se abalanzó contra mí. Tenía unos dientes afilados, puntiagudos, con los cuales mordía y arrancaba pedazos de piel y carne de mi cuerpo. Metió sus pequeños y flacuchos dedos en mis ojos, arrancándolos y dejándome cuencas vacías. Sentí cuando sus pequeñas manos se introducían en mi estómago, removiendo todo dentro y arrancado todo órgano a su paso, en lugar de sentir miedo era todo lo contrario, sentí Luxo Martínez placer, satisfacción, emoción y por alguna extraña razón aún seguía con vida.
Al terminar de masacrarme aquel pequeño demonio, sentí como flotaba e imaginé que estaba colgada en ese gran pino, conmocionado y extasiado de felicidad, porque aquella pequeña criatura me dijo:
—Bienvenido hijo mío.

Seudónimo: Luxo