En el bosque

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Tiempo atrás, algunos amigos y yo tuvimos la gran idea de salir de campamento, donde vivíamos teníamos la suerte de estar cerca de un gran bosque, con una arboleada densa, enormes árboles, un lugar hermoso para pasar el rato con los amigos.
Solo fuimos cuatro: Juan, Lorenzo, Enrique y yo obviamente, salimos por la mañana a eso de las seis, era una hora de camino asía el bosque, llegaríamos a las siete y tendríamos tiempo para más diversión   ya que tendríamos que volver al atardecer.
Al llegar al bosque buscamos un lugar para acampar, lo hallamos y comenzamos a desayunar, todo el día estuvo lleno de diversión, todo era fabuloso, jamás hubiéramos pensado lo que a solo unas horas tendríamos que pasar.
Ya todo avía terminado, desde el campamento se podía ver el hermoso   atardecer, todo estaba listo   para el viaje de regreso, en el camino de vuelta Lorenzo se percató que no traía de vuelta sus preciados anteojos, lo avía olvidado o tal vez se había caído en el camino, nos dijo que regresaría a buscarlo, que regresaría pronto, hicimos caso y nos sentamos en un tronco viejo esperándolo. Ya avía oscurecido, habría pasado una hora y Lorenzo aun no regresaba, empezamos a preocuparnos, regresamos a buscarlo, tal vez aún seguía buscando sus anteojos o en el peor de los casos se habría perdido.
Volvimos, pero no lo hallábamos por ningún lado, estaba demasiado oscuro, poco se podía ver, de pronto oímos un grito desgarrador.
—¿Era él? —nos preguntamos, desesperados seguimos en la búsqueda de nuestro amigo, Enrique tropezó, al momento lanzó un grito de espanto y asco, fue la primera vez que lo vi con tanto miedo pues siempre se identificaba por ser el más valiente del todos, había caído sobre un cadáver.
—¿Era Lorenzo? Me pregunté, no lo era, el cadáver estaba cubierto de gusanos, al parecer ya estaba allí desde hace algunos días, no tenía los ojos, tampoco los labios y oídos.
—¿Quién pudo   hacerle tal cosa?   Dijo Juan lleno de temor, me acerqué hacia el cadáver y revisé sus bolsillos,
—¿Qué haces? —preguntó Enrique.
—Busco alguna identificación —le respondí enseguida.
Corrimos a dar aviso al comisario, al llegar con él, todos asustados le  contamos lo que  habíamos visto en el bosque, hablábamos  a la vez y el comisario no entendía  nada.
 —¡Cálmense  y  hable  solo uno!
—Un cadáver —dijo Enrique— encontramos  un cadáver en el bosque.
—Caí  sobre  él —dijo desesperado.
El comisario llamó a sus dos cadetes, sacó una escopeta y nos llevó en su auto hasta la entrada del bosque, pues de allí tendríamos que ir  a pie, bajamos y deprisa lo llevamos  a lugar  donde encontramos el cadáver, al llegar  nos quedamos aterrorizados,
Pues no había cadáver alguno.
—¡Pero que creen ustedes que se puede jugar conmigo!  —dijo el comisario enfadado.
Enrique sin explicarse lo que avía pasado le dijo:
—Estaba allí cuando salimos en su búsqueda, tal vez se lo llevó un oso.
El comisario llamo a sus cadetes.
 —Ramírez, Flores busquen por los alrededor —dijo el comisario.
Nos llevó  hacia el auto en el  que habíamos venimos, nos llevaría con nuestras madres y  recibiríamos un castigo por la broma que  supuestamente  hicimos, pronto oímos  dos gritos y algunos disparos eran Ramírez y Flores, el comisario les habló por el radio pero ninguno de ellos contesto, agarró su escopeta y la cargo.
—Entren al auto muchachos —dijo el comisario, un poco asustado, de pronto vinos algo que salía del bosque, era  un cuerpo, el cadáver que aviamos hallado antes, estaba caminado asía nosotros.
—Váyanse de aquí, escapen —nos dijo.
Ninguno de nosotros sabía conducir, salimos del auto y corrimos, oímos un par de  disparos, vi  como esa cosa los esquivaba, seguí corriendo y ya no mire asía atrás ,solo oí un disparo más, seguido de un grito, seguimos corriendo, pero por alguna extraña razón siempre  llegábamos al mismo lugar, caminamos  otra vez hacia el bosque, tal vez  hallaríamos otro camino, sentí que algo cayo en mi rostro, era sudor tal vez  no, no lo era levanté el rostro hacia  arriba y me llené de miedo al ver a Flores y Ramírez muertos y destripados, colgados de un árbol, estábamos a punto de correr pero Juan ya no estaba, escuchamos como unos pasos se acercaban hacia nosotros, en el piso estaba la escopeta del comisario y el a su lado, llena de sangre, esa cosa lo había arrastrado hasta allí, tome la escopeta, sabía un poco de armas, pues  solía ir de caza con mi padre. Cada vez se acercaba más hasta que lo vi y disparé, le di, Enrique corrió a ver a lo que lo había disparado, se arrodillo y empezó a llorar, dios mío era Juan se avía quedado atrás tenía una pierna lastimada.
—¡Es mi culpa todo esto es mi culpa! —grité con lágrimas en los ojos
—No es tu culpa como ibas a saberlo —dijo Enrique.
—¡No me refiero a solo eso, esa cosa, la muerte de todos, es por culpa mía!
 —¿Pero de que hablas dijo Enrique?
Todo  comenzó hace dos días, estaba pasando  por  aquí, cuando me cruce con un  hombre extraño, nunca antes lo había visto, me pidió indicaciones  para llegar a la montaña y cambio el me dio una moneda de oro, vi que tenía muchas en su bolso, así que  le di indicaciones falsas para que se pierda en el bosque, así yo aprovechando la situación iría al día siguiente yo iría a buscarlo y en pago por salvarlo me daría más monedas  y tal vez quedaría como el héroe del día, pero cuando lo encontré estaba tirado cerca de un acantilado estaba muerto o almenas  eso creí, saque las monedas solo algunas para no levantar sospechas, volvería por las demás luego, él tenía los ojos abiertos y su mirada parecía acusadora, me incomodaban así que se los arranque, pronto comenzó  a mover los labios, no estaba muerto, creo que se había desmayado  con todo frio  que así allí en las noche, el hombre comenzó a gritar por tanto dolor al perder sus ojos  así que  le  corte  la lengua, también los labios y también los oídos que  aún nos porque se los corte, creo que fue por el miedo y cólera que tuve en ese momento, solo unos minutos después el hombre ya no se movió, creo que esta vez sí había fallecido, me fi de allí con las monedas, en los días siguientes volvía y sacaba más. Tuve la idea de dejar en cuerpo cerca de donde nosotros acampamos para que así lo encontremos todos juntos y yo no me vería implicado en esa muerte, pues tendría testigos que dirían que estuve siempre con ellos, y así también sería la oportunidad que sacar la última moneda que estaba en su bolso, fue la razón por la cual me acerque a él con la excusa de buscar su identificación, Enrique se lanzó sobre mí y me dio un golpe en el rostro me maldijo por todo lo que había hecho, se calmó y me pidió la moneda, pues su tío practicaba  la magia negra y el avía aprendido un poco tal vez la moneda que tenía contenía algún hechizo.
Comenzamos  a correr, en el camino Enrique se detuvo, yo también lo hizo, con temor dijo que la moneda tenía unos símbolos que alejaban a los malos espíritus y que el hombre  que los tenia  era un recolector  de  almas y esas  monedas lo protegían , al quitarle la última todos   los  malos espíritus se apoderaron de él dándole vida a esa criatura,  me asuste aún más, pero  me tranquilicé un poco cuando me dijo que la moneda nos protegería y no podría atacarnos ,me lo devolvió y volvimos  a correr, Enrique se quedó atrapado en  las raíces  que sobresalían  de un viejo árbol, iba a ayudarlo, pero  la esa cosa, se acercaba a la vez, me quede paralizado.
Enrique repetía.
—¡Mientras tengas la moneda no nos ara nada!
Pro yo lo dudaba y me quede en el mismo lugar, vi como esa cosa atrapó a Enrique y lo partió a la mitad como si solo fuera un pedazo de rama, lleno de rabia y miedo lance la moneda, y cayo dentro de uno de sus ojos, se desvaneció en el momento.
Salí corriendo del bosque, llegué a mi casa y entré en mi cuarto, al día siguiente los padres de mis amigos, preguntaban dónde estaban ellos, yo con mi conciencia aturdida, solo respondía que yo no los había visto, no fui al campamento, les decía.
Mi madre me apoyo, aun sabiendo que hacía mal, pero ella no me acusaría nunca de nada pues a pesar de todo era su hijo. Hubo muchas investigaciones por la desaprisiones del comisario y sus cadetes, pero, nadie encontró nada.
Pasaron meses y   ya todos comenzaron a olvidar sobre ese tema.
Yo no podía, todas las noches la vía fuera, detrás de mi ventana, todos ellos culpándome por su muerte, no podían hacerme daño, aun tenia algunas monedas. Pero ellos siempre se quedan fuera, esperando el día de mi muerte pues ya quedé condenado a la eterna oscuridad.
                                                                                                Seudónimo: Eddy