El dolor de la eternidad

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No tolero ni la suave brisa del mar, todo me fastidia, poco a poco esto me llega a cansar. Hace mucho tiempo que la sonrisa de mi rostro ha desaparecido, ya no disfruto ni de la alegría de los demás; todo me da rabia, ya ni contemplo el sueño de la dulce noche, la presencia de cualquier individuo a mi alrededor me causa molestia; siento que al estar sola me siento en mi propio mundo.
Antes tenía un gran temor a estar sola; ahora simplemente  siento que el mundo me ha dado la espalda o un gran golpe al alma. No sé si yo me aburrí del mundo o  si el mundo se aburrió de mí; solo sé que mi ser está apagado ya nunca más seré la misma de antes tengo un gran vacío en mi alma.
Sacaré a la luz mi gran historia, esa que la mayoría de personas prefiere guardarlas por temor a que dirá la gente, pero a mí ya no me importa el qué dirán, acabaré de una buena vez esta vil mentira. Yo iba caminando por esa calle donde transcurría bastante gente había unas bancas de madera en medio de dicha avenida, decidí sentarme en una de ellas a contemplar mi soledad agache mi cabeza hacia el suelo, me caían pequeñas lágrimas cuando de pronto sentí que la presencia de una persona se acercaba a mí, levanté la mirada y me di cuenta que a mi lado se encontraba un joven con presencia de riquillo, esos que suelen estar todo al terno; camisa y corbata; me llamo la atención su forma de vestir; parecía haber vuelto de una entrevista de trabajo; al parecer en ese lugar no tuvo suerte, no lo habían contratado tenía una cara de incertidumbre o quizás un poco de decepción por sí mismo, porque no logro lo que quería, me sentí identificado con él; una vez más yo había fracasado en el amor, me sentía igual o inclusive peor, la vida me había dado un golpe, la vida era egoísta conmigo pero también sabía que me podría levantarme de este golpe como lo solía hacer siempre.me arme de valor y decidí preguntarle qué es lo que le ocurría pero no hallaba como comenzar la conversación, para mi suerte creo que él  se dio cuenta que yo le pretendía entallar una conversación, me miró fijamente a los ojos y me dio la mano, yo atentamente respondí a su saludo parecíamos un par de tontos saludándonos todo formal como si fuéramos a cerrar un contrato de negocios. Lo bueno es que no me sentí tan incómoda, al parecer, para él era algo normal, estaba acostumbrado a saludar a todos “formalmente” su propio ámbito lo obligaba a comportarse de tal manera.
—Me llamo Pablo —me dijo con su voz toda varonil— y ¿Tú cómo te llamas?
—Fabiola —respondí toda intimidada— ¡Mucho gusto!
—Cuéntame… ¿Qué es lo que te trae por aquí?
—Él me respondió muy deprimido y frustrado —me siento muy decepcionado de mí mismo, perdí la oportunidad de mi vida, no logré pasar la entrevista para el trabajo que yo quería.
Lo tomé de su hombro y le dije: No te sientas mal ya habrá una oportunidad en la que puedas demostrar de que realmente estás hecho, apreciaran tu trabajo y conseguirás lo que te propusiste lograr en la vida y sentirás que todo esfuerzo que realizaste y cada caída que tuviste durante el proceso valió la pena y será una satisfacción que jamás podrás olvidar. Me levanté y le invite a tomar un helado en la tienda que se encontraba en la esquina, el me acepto la invitación; mientras que estuvimos caminando en dirección a la heladería yo le iba platicando un poco de lo que me había pasado y la gran decepción que sentí de la persona que yo quería tanto, él también me empezó a contar que había conocido a una chica que él pensaba que era la ideal pero no lo fue la chica lo había engañado con su mejor amigo, también pensaba igual que yo, que la vida le había dado la espalda, él se preguntaba ¿Por qué le ocurría todo esto si él había las hecho las cosas bien en su vida? ¡La vida en muy injusta!; la vida también es injusta conmigo le dije mirándolo a los ojos, pero debemos ser fuertes y no derrumbarnos, aunque por dentro no lo  podía hacer; él se  me acercó y me dio un fuerte abrazo y me agradeció por las palabras que le había dicho, nos sentamos a tomar nuestro helado mientras que íbamos olvidando los malos momentos que pasamos ambos, nuestras sonrisas eran cómplices de una gran llama de felicidad, era casi inexplicable ese momento, me levante de la mesa a pagar la cuenta mientras di un vistazo a la puerta, era ya casi de noche, la tarde había caído yo ya me tenía que ir a casa se me hacía tarde. Levante mis cosas de la mesa y me despedí, prometiéndole platicar en otra oportunidad, él también tomó sus cosas y tomamos caminos distintos, yo me estaba yendo para el paradero a tomar el micro de retorno a mi casa, estaba tan apresurada que olvide de pedirle su número para poder comunicarnos, cuando decidí volver a buscarlos para pedirle su número, él se encontraba en la esquina de la cuadra siguiente justo apunto de cruzar la avenida, aceleré el paso y exclamé:
—¡Pabloooo! —el volteó la mirada de inmediato.
Cuando de pronto lo arrolló el carro, fue el último minuto de mi vida que fui feliz grite y corrí a verlo
—¡Pablo noooooooooo,  Pablo nooooooooo! —lancé mis cosas y me arrodille a verlo, no respondía, ordené a la gente que transitaba por ahí que llamaran una ambulancia pero era muy tarde él había muerto, desde ese día soy la persona más infeliz del mundo, nunca podré olvidar el día que se apagó la luz de la esperanza, ya paso diez años desde aquel día horrendo y aún no encuentro algo que pueda curar el dolor que siente mi alma, todas las noches lloro y lloro como si hubiera sido ayer que hubiera ocurrido esto.

Seudónimo: Yuyu