Detrás de la puerta

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Una mañana desperté y me quedé pensando en lo que había sucedido no quise escucharle, pero ahora te entiendo porque me repetías una y otra vez la misma estrofa, ahora si es considerada como una batalla perdida, no lo quise ver del punto real, hoy más que nunca estoy de acuerdo con la cruda y ficticia realidad.
Ahora sé que el tiempo y cada segundo que transcurre en las agujas del reloj tiene valor y no debería malgastarlo, un día puedes estar vivo al otro día ya no.
Todo en la vida tiene solución nada es para siempre, nada dura toda la vida, todo tiene un fin. Porque ya sé todo lo que pasó de principio a fin, acabo de confirmarlo, recibe una llamada, casi ni se escuchaba, era un anciano, por su voz tan suave y difícil de entender preguntaba por una señorita que él decía conocer, yo asustado le respondí
—¡No señor, no conozco a ninguna señorita con esas características! —inmediatamente corté  la llamada.
Poco después me puse a pensar, ¿por qué había recibido esa llamada? si el teléfono era mío y no de aquella persona que decían buscarla; pero luego recordé, ¿esas características podían ser de mi mejor amiga? Empecé a hacerme muchas interrogantes  ¿Para qué el anciano buscaba a mi amiga?   ¿Cómo sabía mi número?
Me sentía confundido cada vez más, no sabía cómo resolver el problema que me agobiaba, algo me decía que a la que yo consideraba mi gran amiga, ella me estaba ocultando algo, más aún se me hizo raro, yo confiaba en ella, ¿ella sabía todo de mí, sabia de que pie cojeaba cual era mi talón de Aquiles? , no podía creerlo pensé que ella tenía la misma confianza que yo en ella; desde hace mucho nos conocíamos casi toda una vida, o quizás más, más allá de lo creíble, más allá de la distancia, más allá de todo; para nosotros no había distancia ni razón que nos separaría.
Esos momentos que compartimos juntos, el colegio los recreos, las travesuras todo lo que hacíamos juntos, cada recuerdo invadía mi mente recuerdo que hasta los domingos andábamos juntos en misa, era tradición levantarse bien temprano alistarse lo más rápido posible, para luego ir a misa ya que nos preparábamos para la confirmación, todas esas épocas.
Me gustaría tenerla en mi lado y preguntarle ¿Recuerdas esos momentos tan esplendidos que pasamos? ¡Recuerdas!
Los pensamientos me invadían pero solo había una manera de esclarecer todas mis locas y tontas ideas, entonces decidí alistar en mi viejo bolso mi botella de agua cristalina que siempre la usaba en momentos en que la angustia me invadía, trate de buscar mi pomo de pastillas tranquilizantes,  pero no las llegué a encontrar, no perdí más tiempo, tomé entre mis manos mi bolso abrí la puerta y me marche en dirección a su casa, mientras que caminaba  por aquel estrecho callejón de la avenida Bolívar casi cerca de su casa vi, a un par de muchachitos que tenían mucha prisa en llegar al hospital, ya que quedaba a unas pocas cuadras del lugar, me llamo tanta la atención que decidí seguirlos.
Cruzaron la puerta blanca  se encontraron con la enfermera que cuidaba de los enfermos internados, ella los vio e inmediatamente exclamó ¡pasen por allá el doctor los espera!,  ellos se fueron de inmediato, caminaron muy de prisa que los perdí de vista. No me explico cómo llegue a ese lugar que olía a puros medicamentos, y esas paredes que guardaban tantas alegrías y penas, todas de color blanco, de pronto vi mis manos todas sudorosas, porque no sabía qué hacer.
A lo lejos vi la puerta de salida, me dirigía a esa dirección cuando vi a la mamá de mi mejor amiga cruzando para el pabellón  siguiente, levante mi cabeza y observé que en el letrero decía cirugía mujeres. Ella había entrado por la puerta posterior con una bolsa de medicamentos toda apresurada acompañada con un doctor. Sin pensarlo dos veces camine detrás de ella, quería saber que estaba sucediendo, llegue a escuchar:
—¿Mi hija ya entro a sala? —el doctor que la acompañaba le respondió— si señora todo saldrá bien tenga paciencia.
Me acerque a la señora y le pregunte qué había pasado con Valentina, ella me dijo con lágrimas en los ojos y con una voz melancólica.
—Sufrió un accidente hoy por la mañana.
Todo mi cuerpo se estremeció no sabía ni que responder, mi mejor amiga se encontraba a un paso de la muerte, esas palabras que tan solo mencionarla me causa un escalofrío por todo el cuerpo. Quise entrar donde se encontraba ella pero no era posible sabía que tenía que esperar a que realicen su labor los doctores que se encontraban detrás de la puerta, aquella puerta que solo significa momento de tensión, muerte o vida me encontraba tan desesperado que solo  caminaba de un lugar para otro,  en ese instante la puerta se abrió, salió una enfermera.
Corriendo fui a su alcance para escuchar que noticia nos traía, su cara parecía que nos traía buenas noticias, me detuve y pregunte ¿Cómo se encontraba la paciente valentina?, sentí que mi corazón  latía cada más fuerte y apresurada, comencé a sudar y mi respiración era rápida, buscaba entre sus hojas; hasta que encontró su historia clínica.
Con una sonrisa contagiante me dijo
—Señor todo fue un éxito su amiga está siendo trasladada a su habitación.
Puede visitarla ella se recuperará pronto, y me devolvió el alma al cuerpo. Respiré  profundamente y es así que entendí la llamada. Ahora pienso que la vida es un regalo de Dios y debemos apreciarla.
Seudónimo: Sonia