Al borde del apocalipsis


AL  BORDE  DEL  APOCALIPSIS

Me encuentro en el refugio de la ciudad. Parece ser el único lugar seguro en todas las ciudades de Europa. Ya corre en la ciudad la amenaza de los Nazis. El lugar se está amontonando, mientras yo lucho por mantenerme de pie con tanta gente. Aquí viene la comunicadora; seguramente nos dirá otro chisme, como de costumbre. Jamás nos da noticias de los ataques o lo necesario. Parece que no le importase. ¡Oigan todos, me acabo de enterar de la historia de un hombre que creó un engendro! Empezó a contar la increíblemente larga historia. Había algo en ella que me hizo prestar mi máxima atención. La historia era básicamente: Un hombre que estudiando en la universidad, creó un engendro de restos de cadáveres dándole vida a una horrenda criatura. Él sufrió mucho con su creación, le quitó a su hermano, su amigo y a la mujer con la que se casó; justo en su noche de boda.
La historia me hizo recapacitar en lo que quedaba del ataque ¿Qué pasaría si alguien con tanta fuerza y demás características, nos defendiera o diera fin a la guerra y trajera la paz? Esa pregunta me rondaba la cabeza todo el día hasta que pudimos ir a lo que quedaba de los otros restos de la ciudad. En la noche no pegué un ojo, la pregunta me rondó la cabeza los días siguientes, esos días se convirtieron en semanas hasta que recapacité. Si creáramos uno, pararíamos la guerra o exterminaría a los Nazis. Ellos son los causantes de esta guerra y la muerte de mi familia. Ellos son los destructores de la vida y la esperanza que tenía en ese entonces. Será la solución a todo; esta es la única manera en la que podremos devolver, aunque sea, un ápice de esperanza en las personas.
Estoy decidida, ahora tengo que conseguir un lugar apartado para comenzar, un compañero de trabajo y materiales e utensilios. Creo que tengo a alguien en mente para mi compañero. El problema será convencerlo. Él siempre me querrá chantajear con algo de igual magnitud que el favor, y sé que esta será muy cara. En el camino a su escondite, tendré que pasar por una de las zonas más peligrosas de esa parte de la ciudad; pero vale la pena el riesgo, si es que acepta. Mi misión será, por ahora, convencerlo a que me ayude. ¿Por qué siempre tengo que ir hasta el escondite para hablar con él, no puedo mandar una carta o un recado? Al llegar; como siempre, me encontré con él en un rincón atrapado en sus pensamientos; al parecer tanto que no notó mi presencia. Me acerco a él, de manera silenciosa mientras que sigo su mirada. Parece que está viendo un candelabro roto enfrente de su casa. Sacudo levemente su hombro. Al percatarse de mi mano da un pequeño salto
— ¡Alba!, ¿qué pasó? ¿Es otro ataque?
—No, vine a pedir tu ayuda —dije algo nerviosa— ¿podrías ayudarme con algo, por favor?
— ¿Qué tramas? —dijo arqueando la ceja. Creo que ya lo veía venir. Él quiere todos los datos antes de aceptar o chantajear.
—Javier, tienes que prometer, jamás nadie además de nosotros lo sabrá hasta que sea el momento—añadí mirándolo a los ojos. Bien, hay una historia que contaron hace un tiempo. Es sobre un hombre que creó una criatura asesina ¿la conoces? —asintió dudoso, pero seguí— Quiero tu ayuda para hacer algo parecido a ese monstruo. Solo para defendernos de los ataques y, tal vez, vencerlos y darnos paz al fin.
 — ¡Estás loca!— su tono me asustó. No creía que se lo tomara así.
 — ¿Recuerdas cuando vivían nuestros padres y nos contaban del mundo antes de la guerra? 
—Sí, pero no creo que sea correcto ¿Qué pasa si la criatura nos destruye primero, o al mundo? —sé que le teme a eso tanto como yo.
—No. Eso no pasará. Solo ten fe en que lo lograremos. Aunque, siendo honesta; yo también le tengo miedo a esa consecuencia —balbuceé con la cabeza gacha.
—Lo haré —dijo con firmeza, haciendo que levantara la vista de golpe para observarlo— solo si me prometes que no se saldrá de control.
—Claro; pero, conoces algún laboratorio, o escondite —asintió brevemente —¿me puedes guiar a él, por favor?
Caminamos unas horas hasta llegar a un bunker abandonado, muy bien oculto, por cierto. Tenía un laboratorio enorme con instrumentos en excelentes condiciones. Lo cual me sorprendió. Todo era fantástico, al terminar de recorrer el lugar, tomamos caminos separados a nuestros hogares a descansar. Al llegar solo vi la cajita musical de mi madre. Me dirigí a la colcha a dormir y pensar con tranquilidad. Mañana inicia todo. A toda prisa me encaminé al laboratorio a ver los avances que hizo Javier. Al llegar a la habitación, me encuentro a mi compañero haciendo unos ajustes a las extremidades de uno de nuestros muchos intentos de la criatura. Alba, creo que tenías razón en la fórmula esta vez. Surgieron increíbles efectos en la formación de tejidos. ¡Estamos a semanas de lograrlo! —exclamó emocionado. Es el mayor logro en tres años que hemos tenido.
Me abalancé a abrazarlo eufórica. No lo podía creer; luego de tres largos años, solo esperaríamos unas semanas de lograrlo.
— ¡Eso es increíble! ¿Cuántas semanas esperaremos? —mascullé ansiosa.
—Supongo, que solo serán tres semanas. El cambio si fue muy rápido y creo que lograremos algo grande.
Escuchamos un grito desgarrador desde el laboratorio.
—¿Qué está pasando? Estoy temblando y entrando en pánico.
Al parecer Javier lo notó, ya que dejó las sustancias con las que trabajaba y se encaminó a investigar. Cuando entro, lo vi pasmado desde mi posición, estaba petrificado. Me levanté aterrada para ver lo que pasaba. El monstruo estaba luchando por moverse. Era realmente aterrador ¿Por qué despertó una semana antes? ¿Tan bien nos fue estaba yendo esta vez? Me recuperé de la sorpresa de hace unos instantes para ver como logro acercarse a nosotros muy torpemente. Nosotros no nos movíamos, estábamos muy asustados y ni pensar en que esto era muy inesperado. Cuando se detuvo en frente de nosotros, empezó a balbucear entre dientes en un susurro inentendible para ambos, por lo visto. Al percatarse de nuestra expresión confusa abrió más la boca y habló con una voz muy ronca:
—Ustedes… ¡sufrirán! —exclamó antes de abalanzarse a nosotros. Lo esquivamos por suerte. Al darse cuenta de nuestro escape, atacó otra vez, pero esta vez no corrimos la misma suerte; alcanzo a Javier mientras el corría a la salida. — ¡sufrirán tanto como yo lo hago!
Al terminar de decir eso estranguló a Javier en frente de mis ojos, él era un muy grato compañero, y se fue en manos del fruto de su trabajo y el mío. En ese momento la esperanza que tenía en esta criatura se desvaneció. Salí lo más rápido que me permitieron mis pies y hui ese lugar. Corrí hasta los restos de un edificio cercano a la ciudad para descansar y procesar lo que paso: La criatura despertó una semana antes de lo previsto. Nos dijo “sufrirán”. Eso no tiene sentido alguno, y no creo que lo tenga. Mató a Javier; mató a su creador frente a mis ojos. Estaba tan fuera de la realidad, que no me di cuenta cuando el asesino de mi compañero pasó por mi escondite. Mi respiración se comenzó a irregular, pero al darme cuenta de que era imposible que me viera, me tranquilice mucho. Solo me quedaba quedarme en mi escondite un tiempo más. Con solo unos largos minutos más, decidí que lo mejor sería pasar la noche en ese lugar. El atardecer se acercaba, y con el más miedo de otro encuentro con el terrible monstruo asesino. La circunstancia me parecía a cada minuto más complicada. Me sentía muy perpleja, hasta en sueños me lo imaginaba desatando una caos más grande que el de los Nazis. En el regreso, todo era diferente. Había personas muertas, en mayor cantidad que en los días habituales. Todos me recordaron a la muerte de Javier y las palabras del engendro: “sufrirán”.
Caminé aproximadamente veinte minutos más, pero entonces se escuchó un alarido cercano. Me acerqué para ver a una joven con la cara en tonos morados en el pavimento junto al monstruo de espalda. De un momento a otro, la criatura balbuceo y apareció otra a su costado. Estos eran los cambios de los que hablaba Javier. Al ver a los dos engendros más detalladamente, me di cuenta de que si podían duplicarse, podría significar muerte y extinción mundial. Esto es malo; esto es mi culpa. Me niego a creerlo; ¿Cómo algo que tuvo que ser para la libertad puede causar ahora el apocalipsis? Al salir me encontré al jefe de la armada.
—¿Capitán? ¿Qué hace aquí? —pregunté realmente extrañada
—¡Alba! Que alegría encontrarte; ya casi no queda nadie por culpa de esos engendros —hizo una pausa—, parecen los mismos de la leyenda de hace años que contaron en un ataque. ¡Alguien creó esos demonios! Ante eso decidí contarle toda la verdad y así lo hice.
Caminamos una hora hasta llegar al bunker subterráneo. A pesar de haber pasado tres años aquí, ya nada era igual a la última vez que entré. Era un completo caos. Todo destruido y tirado, más allá vi el cuerpo de Javier. Luego de un mes ya teníamos un químico para destruir a los engendros. Solo sobrevivimos cincuenta en el pueblo, y diez mil en todo el país, la mayoría eran soldados, los mejores soldados. 
El químico era una sustancia que se podía poner en las balas y pólvora, era sumamente potente en ellos, pero a nosotros solo nos desmayaba. Teníamos pensado un ataque sorpresa en su nueva central de mando. Nuestro ataque consistía en probar las armas en los guardias antes de atacar, para luego llamar a todos y destruirlos para siempre. Todos practicamos mucho para atinar el odio que les teníamos. Mejoré mi puntería y al llegar el día de la prueba con los centinelas. Todos atacamos sin piedad contra ellos, teníamos tiradores desde todos los ángulos posibles. Todo terminó en todos caídos, muertos. Luego de tanta felicidad una mano me dijo: “sufrirás”, era el engendro original. De pronto una voz exclamó: “no estés tan seguro”. No oí más.

Seudónimo: Siomara