Warasisa, un hermoso lucero

WARASISA, UN HERMOSO LUCERO

Cuenta  la  historia  que el dios  Inti no era feliz y sentía mucha soledad, necesitaba que algo lo alegrase. 
Entonces el dios Inti decidió crear un nuevo ser, quien sería su mayor felicidad; pero, esta vez el decidió crear una niña, ya que los demás  hijos que tenía no estaban a su lado. 
Así  creó a  Warasisa (que significa flor que se convierte en lucero) ella era una  pequeña bebé, hermosa, fuerte y muy  feliz. Su padre el dios Inti decidió que ella se criaría como una persona normal; pero, que no podría enamorarse ya que era  su única hija y su mayor tesoro.
Mamá Quilla, quien era la hermana del dios Inti dijo:
—Esa niña es lo más bello que he visto; pero, no podrás evitar separarla de  ti; ya que es  muy hermosa. Pues habrá alguna vez que se enamore de alguien y se aleje de ti. 
 El dios Inti temió mucho ya que era lo único que tenía en la vida, que era esa niña hermosa que lo llenaba de  felicidad.
El dios Inti como no la podía criar ya que era muy pequeña  y necesitaba de una madre que la cuidase; ordenó a sus chasquis que habitaban la tierra que buscasen una mujer que  sea  una buena madre para su hija.
Sus sirvientes fueron a  buscar dónde podría haber una mujer con grandes cualidades. Se pusieron a buscar en varios lugares del Cusco; pero, no la encontraban.
Los chasquis cansados de buscar llegaron a un lugar muy lejano donde vivía Waylla.
Ella era una mujer joven, bella, humilde y siempre ayudaba a todas las personas que necesitaban ayuda; Waylla tenía un esposo llamado Huksunk`u.
Lamentablemente Waylla no podría tener hijos; pero, a ella siempre le encantaron los bebés y anhelaba tener uno; los chasquis, se alegraron porque encontraron a la  mujer ideal para Warasisa; se fueron corriendo para ir  a avisar al  dios Inti.
El dios Inti al enterarse de esto se sintió aliviado, por que encontró a alguien que podría cuidar de su pequeña hija. Él se presentó a Waylla mientras ella iba  a su chacra  y le dijo:
—Waylla, he  escuchado mucho de ti me han  contado  de que eres una mujer muy buena, bondadosa y que te gusta ayudar a la gente. También sé que no puedes quedar embarazada y que siempre has querido ser madre.
—Es  cierto mi Señor —respondió Waylla. 
—Por eso te encomendaré una  muy difícil tarea, tendrás que cuidar de mi hija, le tendrás que dar el  amor que tu darías a tus hijos, la educarás, le enseñarás la vida y le hablarás de mí; pero, jamás dirás a nadie que es mi hija; si no querrán hacerle daño. Waylla aceptó muy alegre y se ilusionó mucho con la pequeña bebé.
Mamá Quilla decidió darle un pequeño símbolo a la bebé para que nunca se olvide de su verdadera familia; ella le dibujó un pequeño sol en el lado derecho de su mano y  se  despidió de Warasisa. El dios Inti le entregó a Waylla su bebé; del cielo la bajó y la  entregó a los brazos de su nueva mamá.
Se puso muy  triste; pero, él estaba  seguro que ella nunca lo olvidaría y que nunca le faltaría amor, ni nada de lo que necesitaría. 
Warasisa fue creciendo más  y más, siempre se ponía más bella que  nunca; Waylla , su madre le hablaba mucho del dios Inti. Ella sabía que él era su padre  por eso todas las mañanas se levantaba y miraba el cielo y decía:
—Yaya que sumaq tuyo kan respladesor que sapa mañana regalanki (padre que hermoso es tu resplandor que  cada mañana me  regalas)
La bella Warasisa aprendió el arte de tejer, de cosechar y era una muy valiente jovencita. 
 A ella le encantaba ir a un lago llamado Qoricocha este era un bello lago  grande con aguas cristalinas y un poco heladas, Warasisa se quedaba horas y horas mirándola caída del agua. 
Un día mientras Warasisa miraba las aguas del lago sintió que alguien la observaba y se escondió y miró que era un joven que nunca  había visto. Él se llamaba Kunturumi, era un joven chasqui, muy alto apuesto y audaz; que  fue enviado a  viajar a Qoricocha para poder entregar un recado en un ayllu. 
Warasisa lo vio y sintió algo muy extraño, tuvo mucha curiosidad por saber quién era  él; entonces  salió  de  donde se  había escondido y se acercó hacia el joven. 
 Kunturumi al ver a Warasisa se sorprendió y le dijo: 
 —¿Quién eres? 
 —Me llamo Warasisa; tú qué haces por aquí nunca te he visto.  
 —Soy nuevo pero sólo vengo a entregar un recado que me han enviado.
Warasisa extrañada de aquel hombre se fue caminando presurosa. Mientras que Kunturumi decidió seguir a  Warasisa.
Como no podía correr muy rápido  decidió ir por otro lado. Warasisa sentía algo raro que jamás había sentido por nadie.
Kunturumi la alcanzó y le dijo que  nunca había  visto a nadie más bella que ella. Warasisa  se sonrojó. 
Luego de unos  días Warasisa y Kunturumi decidieron conocerse más.  Kunturumi se había enamorado de Warasisa y ella también de él. Warasisa nunca  había sido tan feliz con nadie. 
 El dios Inti  se enteró de eso y ordenó: 
 —Separen a mi hija de ese hombre  porque lo único que quiere es hacerle daño. 
 Los chasquis,  amigos de Kunturumi, fueron a  buscarlo para que se aleje  de  Warasisa.
Warasisa al enterrase de la decisión de su padre le dijo a  Kunturumi que ya no la buscase que se  alejase de ella. Pero, él no quería eso  él quería enfrentar todo solo para  tener su amor. 
Kunnturumi se escondió en lo más profundo del campo para  que los chasquis no lo encontrasen y no lo separasen de Warasisa.
 Los chasquis se pusieron a  buscar a Kunturumi pero no lograron encontrarlo.
El dios Inti no podía más y se molestó mucho; Warasisa tenía miedo que le haga  daño su padre a Kunturumi.
El dios Inti no quería que le quiten a su hija ya  que era lo único que tenía.
Warasisa comprendió el temor de  su padre y decidió que si él quería separarla de su verdadero amor ella lo entendería.
Entonces el dios Inti  que no quería quedarse solo,  decidió que Warasisa se convierta en un lucero que cada noche alumbrara de cerca el camino de Kunturumi y así los jóvenes enamorados  nunca se separaran.
(Tapia Morocco, Andrea Isabel)
I.E. 40009 "San Martín de Porres"